Gilberto López y Rivas, periodista enemigo de los personajes

Fotografía: Archivo Voces en Lucha

Gilberto López y Rivas es antropólogo de formación, pocas veces le llaman periodista, aunque lleva más de 30 años elaborando artículos de opinión. Se reconoce en un constante vaivén entre las dos disciplinas. El periodismo -reflexiona un momento- «es una fotografía instantánea sobre un contexto o una realidad, un momento que vive la humanidad. Me ha permitido estar en el debate desde un periódico de circulación nacional», se refiere a La Jornada.

Contar su vida le permite examinar en dos polos: Su participación en las organizaciones revolucionarias desde 1960 y después la política institucional, cuando tuvo dos diputaciones y un cargo como delegado de Tlalpan hasta 2003. Gobernar en esa alcaldía durante tres años fue como una Ínsula Barataria, dice y sonríe.

Es una alegoría de aquel lugar al que aspiraba gobernar Sancho Panza -y lo hizo- en la obra Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes. La similitud es que la dicha duró poco. Rivas renunció: «ahí yo entiendo que la izquierda institucionalizada más que cambiar la realidad, pierde sus anclajes».

El antropólogo escucha con atención un planteamiento: Vivimos un tiempo de dicotomía, en donde es muy sencillo perderse entre dos discursos en disputa: el de derecha y el de izquierda institucionalizada. ¿Cómo le haces tú para no caer?

Su principio es no perder la brújula del «mandar-obedeciendo», dice el hombre que asesoró al Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en 1995, durante las mesas de trabajo que se instalaron para darle solución al conflicto de los pueblos indígenas con el Gobierno Mexicano.

Continúa: Nunca comportarse serviles al poder ni convertirse en su instrumento, no deslumbrarse con retóricas y falsas utopías como las cuatro-transformistas. Lo que vivimos es el conflicto de élites; se están peleando. Una élite que fue con la élite que es. La que tuvo el presupuesto y la que tiene el presupuesto».

Respecto a su vida como escritor -antes de que pase un helicóptero que hace frenar la entrevista unos instantes- Rivas cuenta que inició con la pluma en el suplemento cultural El Búho, dirigido por su amigo y compañero de la preparatoria, René Avilés Fabila, en el periódico Excelsior. Después, en 1994 comenzó sus publicaciones regulares en La Jornada, que hasta la fecha no han frenado.

Los personajes

El profesor del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) recuerda el tiempo en que daba clases en el aula. Tiene vocación de enseñanza.

La entrevista transcurre. Por un momento parece que hay una pizarra y un gis, pero tan solo es una llamada telefónica. La pandemia cimbró nuevos modos de comunicación. Con su voz paciente expone al otro de la trinchera (el encierro). Coloca su pensamiento sobre la actual política mexicana, pero nunca menciona un solo nombre:

«Yo prefiero analizar el personaje o los personajes. Los explico a través del contexto económico y no a la inversa. El personaje me parece importante para destacar algunos rasgos de un tipo de bonapartismo que se está dando. Pero me quedo más en el contexto, su significado y lo que tiene que ver precisamente con los pueblos».

Y entonces el vaivén antropológico- periodístico aparece. El articulista explica que, si la cuarta transformación tiene un talón de Aquiles, esta metáfora la constituyen los pueblos indígenas, porque hay una verdadera guerra en contra de ellos desde el inicio de esta administración.

«Desde el primer día de gobierno hay un proceso de recolonización de los territorios y afecta particularmente a los indígenas, porque son quienes habitan en territorios ricos en materiales que el poder anhela y busca afanosamente, como el oro, la plata, el agua, la biodiversidad y la tierra misma». Es un proceso de recolonización que ya venía con los anteriores gobiernos, señala.

Habla de los megaproyectos y la disputa actual en los pueblos mexicanos. «Se ha hecho realidad lo que los gobiernos anteriores querían: el Istmo de Tehuantepec, el Tren Maya, la administración y la conformación de la Guardia Nacional como otro cuerpo militar, en lugar de un cuerpo ciudadano».

El catedrático mexicano apunta que los medios juegan un papel importante en la política nacional, ojalá sea «cada vez con mayor rigor, ética, pulcritud y con estética también. A veces ética y estética no están reñidos», ríe.

La nota roja

Se acercan las elecciones y México está subexpuesto. 2021 es de mezcolanzas poco claras: Se cumplen 500 años de la caída del México-Tenochtitlan. El conmemorativo 13 de agosto es altamente simbólico y en torno a ese acontecimiento histórico, se determinan algunas acciones de la política pública y la gobernanza de la actualidad. La violencia es otro factor que, en el marco de las campañas, es notable y se expone en los medios de comunicación.

La conversación se pone seria.

-¿Cómo analizas las elecciones y toda la violencia que hay en torno a ellas?

-Los medios tienen que informar sobre los acontecimientos, pero hoy la campaña electoral se ha vuelto la nota roja de los periódicos y no precisamente el que nos gustaría. Es el rojo de los afanes noticiosos, de las cosas que uno no quiere ni enterarse, ni ver, ni leer. Eso hace el trabajo periodístico muy difícil.

Pero ríe de nuevo al recordar el ingenio del periodista Juan Villoro, que en pasados días inició un artículo con la siguiente frase, “México está a punto de sufrir las elecciones”.  «¡De sufrir! A mí me pareció genial».

El columnista de La Jornada también tiene su propio aporte estético. Desarrolla una minificción: Dante imagina otro inferno, de los que nos muestra en La Divina Comedia. Esta vez ponen al pecador a escuchar los anuncios de los diversos partidos políticos.

Y aunque se confiesa ateo, dice: «¡Ese sería un infierno terrible que yo me volvería santo antes de sufrir un infierno de esta naturaleza! Realmente es patético lo que se escucha cuando de repente viene el alud [avalancha] de anuncios de los distintos partidos políticos. ¿En qué mundo estamos viviendo? ¡Pero qué barbaridad!».

El analista político dijo en abril de 2020, que lo que se vive en estos tiempos, «Ya no es una utopía, es parar una caída vertiginosa». Esta vez, mayo de 2021, complementa con que hay una crisis civilizatoria. Un colapso en proporciones bíblicas que apunta a la desaparición de las civilizaciones.

Pero no solo deja un mensaje desesperanzador, pues señala que hay un debate permanente de las ideas y lo peor que podemos hacer desde el periodismo es renunciar a ese debate. «Con una presencia, aunque sea mínima, tenemos que estar ahí. Porque los medios son de quienes los trabajan».

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