Heredar vida: 30 años del levantamiento zapatista

Fotografía: Montserrat Rojas & Luis Suaste

Entre el 29 de diciembre y el 2 de enero del 2024 se llevó a cabo la celebración del 30 Aniversario del Inicio de la Guerra Contra el Olvido en el Caracol VIII “Resistencia y Rebeldía: Un Nuevo Horizonte”, en el poblado zapatista de Dolores Hidalgo. El evento fue organizado por miles de bases de apoyo zapatistas, hombres, mujeres, niños, niñas, ancianos y ancianas que cubiertos del rostro con pasamontañas, paliacates y cubrebocas celebraron con deportes, artes, música, comida y baile popular las tres décadas de resistencia al sistema capitalista. Estas tierras recuperadas tras el levantamiento armado del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en 1994, son evidencia concreta de cómo el zapatismo en Chiapas ha mejorado las condiciones de vida de las comunidades con base en la organización, la autonomía y la rebeldía.

Una historia

Durante gran parte del siglo pasado, estas tierras tenían dueño. En el caso de Dolores Hidalgo, un viejo finquero proveniente de Comitán era poseedor de miles de hectáreas que utilizaba como potreros. En lo alto de una pequeña montaña tenía una amplia cabaña donde miraba todo el paisaje que les había arrebatado a los pueblos con un supuesto título de propiedad, como si la madre tierra tuviera precio. Las familias tzeltales de la zona de la selva se veían obligadas a vivir en los montes, donde las superficies eran inestables y se les negaba la entrada a la supuesta “propiedad privada” del llamado Rancho Dolores. Allí, mujeres, hombres y niños iban a trabajar en jornadas extremas de explotación. Alimentaban y cuidaban los animales del patrón, mientras que no recibían pago por su trabajo. Las niñeces no podían ir a la escuela ni jugar libremente, más bien, se dedicaban a acarrear agua para los puercos y limpiaban los establos. Muchos de los hombres adultos no tenían dinero ni siquiera para comprar ropa. Se tapaban el cuerpo con una tela blanca amarrada en la cintura y un orificio para introducir la cabeza. Mientras tanto, el patrón tenía hasta una avioneta para desplazarse a otros municipios de Chiapas. Estas prácticas eran comunes en diferentes regiones del sureste mexicano donde el caciquismo y la violencia era la norma.

Don Manuel me contó estas escenas del doloroso pasado como si fueran un fragmento de algún libro de Bruno Traven. Su memoria sobre la opresión y los agravios que vivió él y su familia está presente. Después del levantamiento de 1994, el hacendado del Rancho Dolores prácticamente huyo dejando todo. Las familias recuperaron estas tierras, fundaron poblados y comenzaron un largo proceso de reconstitución de la vida comunal. Se organizaron para rehacer la vida digna, asegurar la “base material” y heredar un camino de resistencia a sus descendientes para acabar con la continuidad de la dominación. Mientras Don Manuel contaba la historia que le tocó vivir, su nieto de diez años quien se cubría el rostro con un paliacate rojo, le escuchaba con atención. No hay duda de que hoy la vida de ese niño es muy diferente a la que vivió Don Manuel que, con orgullo, mira el horizonte y sentencia: “ya no hay patrón, ahora tenemos tierra y hacemos milpa, tenemos frijol, maíz, calabaza y tenemos comida todo el año, porque trabajamos en colectivo”.

Una lección

Los más de mil asistentes provenientes de una veintena de países del mundo que acudimos como invitados a la conmemoración nos percatamos que este cambio en la vida de las generaciones zapatistas es real y se debe a la fuerza política del EZLN, a su convicción y fortaleza. Los jóvenes y jovenas milicianas que hoy protegen al pueblo, aquellas quienes hacen parte de los Tercios Compas para documentar y comunicar, las que están involucradas en las áreas de salud y educación como promotoras y por supuesto las que hacen parte del Gobierno Autónomo Local (GAL), son resultado de una lucha de tres décadas que, aún con sus enormes desafíos y autocríticas en su modo de organización, es innegable en términos de transformación social. A ese proceso de largo aliento que aspira a ser “buena semilla” de resistencia, los zapatistas lo han llamado heredar vida, como apuntaron en el comunicado titulado Doceava Parte. Fragmentos:

No pretendemos heredar a las próximas generaciones una concepción del mundo.  No heredarles nuestras miserias, nuestros rencores, nuestros dolores, nuestras fobias, ni nuestras filias.  Tampoco que sean un espejo con una imagen más o menos aproximada de lo que supongamos bueno o malo.

Lo que queremos es heredar vida.  Lo que hagan con ella otras generaciones será su decisión y, sobre todo, su responsabilidad.  Así como nosotros heredamos vida de nuestros ancestros, tomamos lo que consideramos valioso, y nos asignamos una tarea.  Y, claro, nos hacemos responsables de la decisión que tomamos, de lo que hacemos para cumplir esa tarea, y de las consecuencias de nuestras acciones y omisiones.

Cuando decimos que “No es necesario conquistar el mundo, basta con hacerlo de nuevo”, nos alejamos, definitiva e irremediablemente, de las concepciones políticas vigentes y de las anteriores.  El mundo que vemos no es perfecto, ni de lejos.  Pero es mejor, sin duda alguna.  Un mundo donde cada quien sea quien es, sin vergüenza, sin ser perseguido, mutilado, encarcelado, asesinado, marginado, oprimido.

No pretendemos heredar leyes, manuales, cosmovisiones, catecismos, reglas, rutas, destinos, pasos, compañías, que, si se ve con detenimiento, es a lo que aspiran casi todas las propuestas políticas.

Nuestra pretensión es más sencilla y terriblemente más difícil: heredar vida.

Esa lucha por cambiar la historia de las nuevas generaciones, por hacer un mundo sin dominación ni opresiones de ningún tipo, nos enseña también que ven más allá de lo inmediato, que apuntan a una largo camino, una resistencia a largo plazo, como señala el Subcomandante Insurgente Moisés: “como zapatistas que somos, nuestro mirar es del tamaño de nuestro corazón, y nuestro caminar no es de un día, un año, un sexenio. Nuestro paso es largo y deja huella, aunque no se mire ahorita o ignoren y desprecien nuestro camino. La sabemos bien que no ha sido fácil. Y ahora está más peor todo, y como quiera debemos mirar a esa niña dentro de 120 años. O sea que tenemos que luchar por alguien que no vamos a conocer. Ni nosotros, ni sus hijos, ni los hijos de sus hijos, y así. Y tenemos que hacerlo porque es nuestro deber como zapatistas que somos”. Luchar ahora implicar heredar vida a una niña zapatista que nazca en 120 años.

Estas generaciones más jóvenes que ya viven diariamente la autonomía, tuvieron un papel sumamente relevante en la celebración de este 30 aniversario. Las bases de apoyo zapatistas de los doce Caracoles zapatistas protagonizaron diferentes obras de teatro y bailables donde nos explicaron “la historia que se teje” en los pueblos. A modo de narración nos adentraron en los primeros años de la lucha, la creación de los Caracoles y Juntas de Buen Gobierno, la forma en la que han enfrentado problemas como los programas sociales estatales, las disputas de tierras, el paramilitarismo y su relación con los partidistas, así como la autocrítica a la llamada pirámide a través de los Municipios Autónomos Rebeldes Zapatistas (MAREZ) que decidieron disolver después de una profunda valoración colectiva que les tomó 30 años para transitar a una reorganización desde los niveles locales hasta regionales a través de los denominados GAL, pasando por los Colectivos de Gobiernos Autónomos Zapatistas (CGAZ) y la Asamblea de Colectivos de Gobiernos Autónomos Zapatistas (ACGAZ) con la consigna de trabajar el común; es decir, la “no propiedad”, como explicaron en su último comunicado.

Un mensaje

La noche del 31 de diciembre el mensaje central del EZLN en voz del Subcomandante Insurgente Moisés, dedicó sus palabras a l@s ausentes, a l@s desaparecidas, a l@s buscadoras, a las niñas, niños, mujeres y jóvenes asesinadas, a los presos políticos y a los caídos en los más de 500 años de lucha que no están presentes pero que sí están en la memoria colectiva. El discurso de aniversario fue una suerte de cierre a una veintena de comunicados que emitieron los zapatistas desde octubre del 2023. No sería posible analizar aquí cada uno de los complejos mensajes que nos invitaron a leer y discutir, pero en el discurso del Sup Moi quedó clara la crítica al modelo de propiedad de la tierra como núcleo de su propuesta para trabajar el común. En su intervención fue muy enfático en la idea de pasar del decir al hacer para poder lograr la creación de mundos otros donde los pueblos se puedan gobernar a sí mismos y trabajar la tierra que no sea de nadie, sino del común, de los pueblos que trabajan y se organizan para vivir en libertad, incluyendo que esto implique la autodefensa ante amenazas del exterior como el propio Estado, los megaproyectos, el paramilitarismo y la criminalidad. La autocrítica también resaltó en sus palabras, tanto a su modo de organización piramidal como en señalar que no han cumplido cabal su propósito, que no han ganado nada mientras exista muerte y destrucción; falta lo que falta pues. “Estamos solos como hace 30 años” fue la frase que más retumbó en el corazón de todas las bases zapatistas e invitades quienes recibimos el mensaje directo.

El sentimiento colectivo de los presentes al escuchar este mensaje no fue del todo de euforia y celebración como algunos esperaban. Aunque había muchos motivos para levantar el ánimo, se sintió mucho más como un llamado serio y reflexivo a asumir la responsabilidad que nos corresponde en cada geografía para resistir a la Hidra, para realizar la tarea revolucionaria. La reflexión que nos llevamos a casa para discutir con nuestros compañer@s, familias y organizaciones es que estamos ante una emergencia global y debemos de actuar desde nuestros espacios para destruir el capitalismo y el patriarcado. “Lo que se necesita es ya cambiar esto”, declaró el Sub Moi al final de su palabra frente a miles de personas que lo escuchaban en silenció con total atención. Creo que eso es uno de los aportes del zapatismo al mundo de abajo: interpelar, llamar a la organización, motivar respuestas al ¿y tú qué? y poner un espejo frente a ese gran nosotros que somos para inspirar prácticas que nos permitan vivir en libertad fuera de las ataduras del capitalismo contemporáneo. Al final del día también a nosotros nos están heredando vida, pero ahora nos toca hacer nuestra parte.

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