La sociedad mexicana está conmocionada, por la filtración y publicación de las imágenes de una joven a la que le arrancaron la piel, después de ser víctima de un feminicidio ejecutado por su propia pareja. Hoy, esa sociedad (en su mayoría mujeres) le grita a los medios de la nota roja y les reprocha su naturaleza misma: la morbosidad.
10 mujeres son asesinadas al día, de acuerdo con las cifras proporcionadas por el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad (SESNSP) publicadas en 2019.
La Prensa, conocida como el periódico amarillista o de nota roja, por excelencia, se dedica a publicar esos crímenes que denomina erróneamente como “pasionales”, pasando por alto que se trata de un fenómeno social alarmante en nuestro país.
Este medio, al igual que El Metro y Pásala, publicaron las fotografías de Ingrid Escamilla, que forman parte un expediente de investigación que no se había cerrado. Este acto afecta directamente al proceso legal y resulta doloroso para los familiares e incluso para los consumidores de noticias.
Resulta agudo e indignante observar esas fotografías en medios, por mucho que sean de la prensa roja. Cuesta trabajo entender sus criterios editoriales, por más que sea su “estilo”. Eso no justifica lo indolentes, irrespetuosos y perversos que son.
Se han convertido en los portavoces de los mensajes de miedo, al publicar esas imágenes de un cuerpo expuesto en sitios públicos. Le arrebatan otro poco de dignidad, cuando lo exponen tirado en una banqueta, sin vida, vulnerado, ultrajado.
¿Eso es lo que vende? ¿La industria gráfica de la violencia? En efecto, el narcotráfico también vende y no por ello se justifica. Las portadas del día lunes, incluyeron algunos titulares como “La filetea Sugar Daddy”, “La culpa la tuvo cupido” y “Descarnada”.
Al emplear este tipo de palabras, se utiliza un discurso que culpabiliza a las mujeres, muestra un crimen de manera sarcástica y cuestiona las relaciones privadas ya sea por la edad o por la condición socioeconómica, tal como era el caso de Ingrid, de 25 años, en contraste con su pareja, de 45.
Imaginemos que somos los familiares: El impacto que nos podría generar que al pasar por el puesto de periódicos de la esquina, observar fotografías de una hermana, hija, madre, esposa, novia. Material al que solamente deberían tener acceso funcionarios responsables (en un universo paralelo) de la Fiscalía General de la República o de la Secretaría de Seguridad Ciudadana de la Ciudad de México.
En el caso de los crímenes, no es imprescindible narrarlos de manera detallada, con color, olor, textura y características. Basta con mencionar de manera general, para no ignorar el hecho ni taparlo, pero sí aportar aquello que resulta de interés para la opinión pública.
La ética periodística tiene algunos principios básicos, uno de ellos es respetar la vida privada.
Los medios de comunicación en general, se han empeñado en culpabilizar a las mujeres asesinadas, a través de sus contenidos. Al colocar adjetivos junto a la palabra feminicidio: edad, ocupación, características físicas. Cómo iba vestida, si estaba alcoholizada, si vivía en una zona de inseguridad, si era modelo y migrante; todas parecen un pretexto para responder a la pregunta: ¿Por qué las matan?
La revictimización está definida como un proceso en donde alguien que vivió violencia o algún acontecimiento traumático psicológicamente, tiene que volverlo a narrar. Revivirlo cuando resulta innecesario. Esta práctica ha sido criticada en los juzgados e instancias que imparten justicia en distintos países.
Para los medios de comunicación debería ser una recomendación y un principio ético, pues a través de sus enfoques o modos de abordar la noticia, llevan a la víctima o a los familiares cercanos, a reconstruir procesos de violencia que no tienen un valor informativo que aporte al interés público.