Impulsado tanto por una necesidad política como por miedos xenofóbicos, el asunto de la inmigración domina los titulares y comentarios de las cabezas parlantes mediáticas.Las recientes manifestaciones masivas contra propuestas que imponen restricciones migratorias han echado más gasolina al asunto, y entre muchos negros escuchamos ecos del nativismo y un miedoso rechazo a esos recién llegados que “toman nuestros empleos”.
Aunque se puede plantear que muchos de los empleos tomados por inmigrantes mexicanos son trabajos que la mayoría de los americanos -negros o blancos- rehusan hacer, el miedo persiste. Las emisoras de radio, periódicos y otros medios orientados a la comunidad negra están inundados por mensajes de inquietud y, francamente, muestran xenofobia.
Estoy convencido que esto ocurre en el contexto de una nación con una profunda jerarquía racial, que tradicionalmente pone los negros en el lugar más bajo permanentemente. Ocurre en medio de un periodo que nos muestra, con claridad y dolor, que estas categorías aún existen. Vean a Katrina.
Habiendo dicho esto, tal vez la historia nos ofrece lecciones en este periodo de cambios amenazadores, que nos permiten abrir este callejón sin salida.
En un tiempo de extremo peligro, cuando africanos en Estados Unidos luchaban por liberarse de la esclavocracia estadounidense, dos comunidades americanas únicas acudieron en ayuda de ellos: los pueblos nativos, y los mexicanos.
Podrías preguntar: ¿cómo fue eso?
Antes de la Guerra Civil, los estadounidenses pelearon al menos dos guerras con los seminoles, un pueblo indígena radicado en el estado de Florida. ¿El motivo de estas guerras? Los seminoles, a diferencia de otros tribus en la región, se negaron a entregar fugitivos negros que habían escapado de las plantaciones. El general del ejercito de Estados Unidos Thomas Jesup, quien peleó contra los seminoles y cientos de guerreros negros, escribió: “No cabe duda que ésta es una guerra de los negros, no de los indios”.
Cuando la guerra a favor de la esclavitud y el expansionismo blanco pintaba mal para los seminoles, los de piel roja y de piel negra huyeron a México, (que había abolido la esclavitud en 1829), donde les dieron tierra a cambio de sus servicios en el ejército mexicano para defender el país de invasores, incluso gringos. El líder de los seminoles fue Coacoochee (también conocido como Gato del Monte), y su brazo derecho fue un hombre negro llamado Juan Caballo.
El escritor William Loren Katz, en su libro de 1986 Indios Negros: Un Legado Oculto, nos dice que México se convirtió en su hogar, cosa que no era posible en Estados Unidos:
Los seminoles llegaron a un país que había abolido la esclavitud en 1829 y de ahí en adelante dio la bienvenida a los esclavos fugitivos. Periódicamente bandas de cazadores de esclavos cruzaron el río para apresar a gente negra y llevarlos a su tierra para venderlos. Algunos políticos mexicanos conspiraron con los bandidos para financiar sus campañas políticas.
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Apenas se habían establecido las familias seminoles en el año 1851, cuando el bandido estadounidense John “Rip” Ford irrumpió en México con una banda de 400 hombres a caballo. Les tocó a Gato del Monte y Juan Caballo el ahuyentar a los bandidos, que eran ex rinches de Tejas y tejanos desempleados. Sesenta guerreros seminoles repelieron a los tejanos sin sufrir una sola baja. [p. 73]
Cuando los negros más necesitaban ayuda, México se puso al lado de la libertad.
¿Qué significa esto 150 años después?
Significa que los negros y los morenos tenemos una historia de resistencia compartida. No somos fuereños, tampoco antagonistas necesariamente.
La historia puede abrir puertas de reconocimiento y recuerdos ya perdidos.
Puede empezar a sanar, pero me refiero al pasado, sino al presente.
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Fuentes:: Katz, William L., Black Indians: A Hidden Heritage (New
York: Atheneum/Ethrac, 1986); McReynolds, Edwin C., The Seminoles
(Norman, Ok. & London: University of Oklahoma Press, 1957).]
Derechos de autor 2006 Mumia Abu-Jamal
radioensayo grabado 05-21-06 para Prison Radio y producido por Noelle Hanrahan