Perdidos y Encontrados

“Las fotografi?as alteran y ampli?an nuestras nociones de lo que merece la pena mirar y de lo que tenemos derecho a observar”.

Susan Sontag

PERDIDOS Y ENCONTRADOS es una de aquellas visiones, donde vocación y arte, cruzan el terreno de lo real para traernos un reflejo vedado, invisible, de lo que tenemos derecho a observar aunque se quiera oculto, pero que merece la pena y urge mirar. La voz que resuena en nuestras conciencias se pregunta a menudo ante la crudeza ¿hay una ética en el arte? ¿siendo testigos y memoria de la realidad podemos cambiarla? Colocarnos en el frente, abrir los ojos, los oídos, escuchar las voces de los invisibles, los silenciados, lanzar el lente, fijar el tiempo, los rostros, las crónicas, grabar en la memoria del tiempo una historia del presente y la historia de nuestro tiempo, es hoy más que nunca un acto de valor, un asalto necesario a la conciencia, un grito que se vuelve eco.

Estas imágenes e historias recogidas por Moysés Zúñiga durante 5 años de investigación documental son un testimonio crudo de la realidad por la que atraviesan miles de migrantes centroamericanos en su cruce por la frontera sur y como tal, es la historia de nuestros pueblos, el drama de una latinoamérica que a veces pareciéramos negar: que nuestro sistema-mundo actual crea ciudadanos de tercera, almas olvidadas en el terreno de la muerte y el saqueo, abandonadas al sueño de un viaje dantesco, del infierno al purgatorio, una promesa ciega que impulsa un recorrido donde el infierno es el eterno compañero y donde el purgatorio es un cuento que vuelve a las almas moneda para alimentar a la maquinaria del dinero.

El lente del fotógrafo educado en el terreno del fotoperiodismo, muestra a través de esta serie una búsqueda por un lenguaje propio, personal, a través del cual plasmar sus diversas inquietudes sociales y artísticas, la luz en la obra de Moysés tiene un papel esencial, a través de un registro que juega con los contrastes, el artista fija en la obra fotográfica su intención, señala, remarca, acentúa, ahí donde es importante y necesario que veamos. En casi toda la serie los personajes aparecen en primera persona, a veces su mirada solo pasa de reojo, otras, nos atraviesa interpelándonos, así, abandonan su anonimato y se pronuncian y se nombran. El lente recoge a los perdidos y los encuentra para siempre en un instante de su historia, para que nosotros como testigos, no podamos olvidarlos.

Ahí donde las imágenes son conjunto, el retrato amplía nuestra visión que se extiende hasta donde los vagones de la bestia terminan, donde los cuerpos unidos con esperanza a la máquina, se funden con el sonido del tren que grita y descansa en una zozobra que parece no tener final.

 

Andrea Betancourt

La Galería, San Cristóbal de las Casas


 

Rio Suchiate, Ciudad Hidalgo, Chiapas. 5 de mayo de 2014

El río Suchiate es la frontera natural y política entre México y Guatemala, es un río con un metro y medio de profundidad como máximo, es muy fácil cruzarlo sobre balsas hechas con llantas y madera, los balseros cobran $20.00 pesos mexicanos y en época de sequía la mitad. Diariamente cruzan niños, mujeres y familias completas, se encuentran comerciantes que compran y venden productos básicos entre México y Guatemala, aprovechando las ofertas en supermercados. Usan estas pequeñas embarcaciones para traficar con armas, drogas, personas y algunos de los que cruzan volverán a Guatemala esa misma tarde. Otros se quedarán a trabajar en la primera ciudad mexicana que encuentren, la mayoría desea cruzar el territorio mexicano para llegar a los Estados Unidos.


 

Tapachula, Chiapas. 31 de julio de 2014.

Los indocumentados y la esperanza de legalizar su situación migratoria sobreviven de los deshechos de los otros, 80 familias guatemaltecas asentadas hace dos décadas en el basurero municipal de Tapachula, Chiapas. En este lugar fundaron la colonia Linda Vista en la que han nacido 220 niños nacionalizados mexicanos. Actualmente ganan aproximadamente $50 (pesos mexicanos) diarios recolectando basura, las empresas recicladoras les pagan $0.50 (centavos mexicanos) por un kilo de cartón, $1.50 (pesos mexicanos) por un kilo de metal y $2 (pesos mexicanos) por un kilo de pet. La renta de un espacio para dormir cuesta $50 (pesos mexicanos) a la semana. Las condiciones de salubridad son infrahumanas.


 

Arriaga, Chiapas. 6 mayo de 2014.

Una pequeña niña hondureña a bordo del tren de carga voltea a ver a quienes observan la, partida mientras le amarran el cabello ella es originaria de San Pedro Sula, ciudad más violenta del mundo, la muerte se confunde con el polvo, anula la esperanza y se apropia del alma de los niños. Los “güiros”, como les llaman a los niños en Honduras. Ellos están huyendo de su país por el peligro de ser empleados como sicarios por las pandillas o estar amenazados de muerte luego de negarse a ser criminales.

Enviar a un niño de San Pedro Sula a la frontera con Estados Unidos cuesta 5 mil dólares con un pollero confiable, que los lleva en autobuses de lujo y paga a las autoridades mexicanas y cárteles del crimen organizado para transitar sin ser detenidos.


 

Arriaga, Chiapas. 20 de julio de 2014.

En México toda una economía se sostiene gracias a las más de 400 mil personas que al año cruzan el país para llegar a Estados Unidos. Una economía que mueve millones de dólares y deja ganancias a personas que ven en los migrantes un negocio: desde el que vende un cartón y agua o renta un pedazo de suelo para dormir, hasta las grandes empresas de autobuses y envío de dinero como Western Union. No se diga del crimen organizado.


 

Chahuites, Oaxaca, México. 16 de mayo de 2013

Había una vez un país donde los perseguidos por dictaduras y violencia encontraron un hogar, donde su gobierno alimentó a los desterrados y les concedió carta de nacionalidad. Una nación que pacificó a sus vecinos de Centroamérica y defendió, casi siempre en solitario, el derecho a no elegir partido en un planeta en guerra. Pero ese paraíso se perdió y ahora muchos le comparan con el infierno. Ese país se llama México, uno de los cementerios de migrantes más grandes del mundo. Alberto Najar, Red de Periodistas de a Pie.


 

México, D.F. 11 de abril de 2014.

José Luis se coloca su prótesis en la pierna, se pone su camisa de solo una manga y se enreda un paliacate en el único dedo de la única mano que le quedó aquel día, en el desierto mexicano.

A José Luis lo conocen bien en su ciudad, desde hace muchos años. Primero, por su talento para cantar canciones rancheras y religiosas, y después porque hace 8 años perdió un brazo, una pierna y cuatro dedos cuando cayó de un tren de carga en su segundo intento por llegar a Estados Unidos como migrante sin papeles legales. Como presidente de la Asociación de Migrantes Retornados con Discapacidad  es el vocero para reclamar al gobierno el cese a la persecución que los obliga a subir al tren y arriesgar su vida. 


 

Arriaga, Chiapas. 29 de julio de 2014.

Un vendedor ambulante lanza un paquete de fruta a ocho metros de altura sobre el tren antes de comenzar un viaje de 14 horas hacia Ixtepec en el estado de Oaxaca.


 

Arriaga, Chiapas. 6 de mayo de 2014.

Esther, originaria de Honduras, con siete meses de embarazo y una hija de dos años de edad, apenas llegando a Chiapas ya ha sufrido un asalto en que ella se quedó sin ropa y solo con la ropa de su hija, su futuro es incierto no tiene familia en Estados unidos que la reciba, ni recibe apoyo económico de su familia e Honduras para continuar hacer posible el viaje, no quiere subirse al tren, permanece en el albergue de Arriaga buscando una manera…


 

6 de mayo de 2014. Arriaga, Chiapas.

Después de recorrer 300 kilómetros desde la frontera sur de México a Arriaga en el estado de Chiapas es necesario reposar, poner el cuerpo en descanso.

Algunos logran sentir el tibio piso en la espalda y cierran los ojos para soñar. ¿Con que sueñas cuando tienes tantos anhelos y un pasado que con el paso de los días se va a desdibujando? Quizás los migrantes sueñan con su tierra para mantener esos recuerdos bien guardados, para volver a sentir esos momentos familiares que no volverán en la realidad, sueñan el pasado y el futuro anhelado pero el presente se llama insomnio.


 

Tapachula, Chiapas. 5 de mayo de 2014.

Su cuerpo se contonea en el escenario mientras se escucha como fondo el sonido de un acordeón, trompetas y bongó. Rítmico y sensual, el sonido de una cumbia acompaña a la bailarina mientras se va desprendiendo de la ropa.

La propietaria del lugar, una mujer de unos 50 años originaria de esta frontera al sur de México acepta mostrarnos el lugar y hablar con las bailarinas en los camerinos. Insiste: en este centro nocturno no hay servicio sexual, “aquí solo les vendemos fantasías”.

“Muchos hombres sólo quieren verlas desnudarse, bailar con ellas, platicar con las catrachas (hondureñas) principalmente, porque dicen que son las más bonitas; pero tenemos bailarinas de Guatemala, de El Salvador, de Nicaragua.

Para el sexo, aclara, hay otros lugares.

Adentro de los vestidores la fantasía que se vende afuera, se desmorona.

Tiene 23 años y tres hijos. Dice que tuvo que salir de su país desde 2009, por “problemas” con su anterior pareja. “Él se metió a las Maras y ya sabes, en mi país hay mucha violencia… me tuve que salir”. Melani dejó un tiempo a sus hijos con su mamá, cuando se estableció en Tapachula, los trajo a vivir con ella.

“Me pega porque tiene celos porque dice que los clientes me ven (él trabajó un tiempo como barman del centro nocturno donde ella labora). Pero de esto mantengo a mis hijos, de esto lo mantengo a él. ¿Qué quiere, que me vaya de dependienta en una tienda? Ahí ni nos dan trabajo porque dicen que robamos, y cuando lo dan, quieren pagar una miseria. Yo ya le dije, te juntaste con una hondureña, esta es la vida de las hondureñas, solo acá nos tratan bien y nos pagan mejor”.

Melani tiene que afrontar todos los días el estigma de ser una “catracha”, término peyorativo con el que nombran a las mujeres originarias de su país, quienes se les considera ser amantes expertas. Su fisionomía la traiciona -caderas anchas, piernas largas, talle esbelto- no le permite desdibujarse. “Si me subo a un taxi, el chofer me quiere agarrar las piernas, si trabajo en una tienda, el patrón se quiere meter conmigo”, lamenta.


 

Tapachula, Chiapas. 6 de mayo de 2014.

La joven hondureña sale de la oficina con una orden de deportación en mano. Diez años en tierra mexicana, un par de hijos nacidos aquí y una pareja originaria de este país, no fueron suficientes para que autoridades del Instituto Nacional de Migración (INM) le reconocieran su estancia legal en México.

Lo único que lamenta, dice al salir azotando las puertas de las oficinas en Tapachula, es haber mantenido la esperanza durante los seis meses que tardó la travesía burocrática, desde que hizo la solicitud y volvió cada semana a darle seguimiento, hasta el día de hoy. Eso, y el haber gastado más de 6 mil pesos que cuesta sólo el trámite.

“Quiero arreglar mis papeles. No tengo dinero suficiente para pagarlo pero me dijeron, ´usted tiene que pagarlo,´ y pagué. Y a la mera hora me dicen simplemente que ´no ´, que me tengo que ir de México”, relata afuera de las oficinas.

S siente “ilegal”, criminalizada y vulnerable en un país que le ofrece una estancia legal, pero que en realidad pretende expulsarla. Su identidad quedó registrada en la base de datos de poco más de 2 millones 476 mil personas que han solicitado regularizar su estatus migratorio de noviembre de 2012 a dic
iembre de 2013 .

Ahora, ni siquiera tiene la esperanza de un día caminar libre y segura por las calles. Si viaja en un transporte regular, correrá el riesgo de ser identificada como migrante y deportada. No podrá solicitar un trabajo formal “ni en una farmacia, donde si no tienes  pasaporte y tu FM2 (así se le denomina a la Forma Migratoria de inmigrante), no te aceptan”. No podrá abrir ninguna cuenta bancaria. No podrá adquirir ningún inmueble. Con el temor y la incertidumbre de que en cualquier momento puede ser expulsada de México.

Sube a un taxi y asegura que la negativa no la va a detener en su camino para establecerse en condiciones de seguridad, en la Ciudad de México.


 

Reynosa, Tamaulipas. 18 de octubre de 2012.

De pie sobre la orilla arenosa del Rio Bravo que es la frontera física y política de México con estados Unidos, Socorro García se toma una fotografía, busca a uno de sus once hijos, Jesús de La Concepción García originario de Nicaragua. La caravana de familiares de migrantes desaparecidos en su tránsito por México “Liberando la Esperanza” coordinada por el Movimiento Migrante Mesoamericano.


 

Tequisquiapan, Estado de México . 24 de octubre de 2012

Una de las madres de migrantes centroamericanos desaparecidos hace una oración pidiendo encontrar a su hijo, dos años después logró reunirse con el.


 

Tequisquiapan, estado de México, 26 de octubre de 2012.

Una mujer sola con su hijo recién nacido espera al tren que los llevará a la frontera norte.


 

23 de octubre de 2012.

Un hombre migrante “Sin nombre” al cuál acompañé desde Veracruz hasta Nuevo Laredo, Tamaulipas a bordo del tren de carga. Sufrió el secuestro y asesinato de sus compañeros a manos del crimen organizado, extorciones, violaciones a mujeres y hombres, mutilaciones y la experiencia de saber que cualquier autoridad mexicana lo entregaría al crimen organizado. Mirándome fijamente me dijo; Ya no quiero continuar pero es igual de riesgoso continuar que regresar…, si regreso cualquiera me va matar, estoy atrapado aquí, no sé que hacer.


 

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