Galeano y Villoro: la pieza desconocida de un rompecabezas fantástico

 

Inicia el homenaje a Galeano y a Luis Villoro. Es un dos de mayo en el caracol zapatista  Oventic. Más de 5 mil personas, entre bases de apoyo zapatistas y asistentes invitados esperan a escuchar la palabra.  En la puerta espera la familia de estos dos personajes que, según los zapatistas, siguen entre nosotros: pequeños, invisibles, con gigantescas ideas que prevalecerán por generaciones, que impulso serán para seguir en la lucha.

Los 250 insurgentes que se encuentran en el Caracol II, marchan en una prolongada subida que los dirige hacia la puerta de las tierras zapatistas, con sus paliacates, sus gorras y palos con los que a su paso van haciendo un ruido rítmico, organizado. Llegan frente a la puerta. Entra primero la familia del zapatista y el filósofo, la comandancia del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional, la madre de Julio Cesar Ramírez Nava, joven desaparecido de Ayotzinapa. Los insurgentes giran hacia la entrada nuevamente escoltando a los invitados. Marchan y emiten sonidos con sus manos y sus pies.

Un filósofo convertido en zapatista. Ocultándose sin ocultarse.

La primera participación es el escrito de don Pablo Gonzáles Casanova, en voz del comandante Guillermo. “De sus fuentes salió la comprensión y el compromiso con los hermanos y compañeros zapatistas” indica Casanova refiriéndose a los orígenes de cristianismo liberador latinoamericano que marcaron a Luis Villoro.

Fernanda Navarro, compañera sentimental de Villoro, habla de su vida como pareja junto a los zapatistas, de aquellas enseñanzas que les proporcionaron los hombres y mujeres con pasamontañas. Las enseñanzas que jamás encontraron en las instituciones. Ella conoce el dolor de la pérdida, de la ausencia. Entrega un rebozo a Luz, esposa del maestro Galeano, y a Doña Berta, madre de un normalista desaparecido.  En esa acción se encuentra un símbolo de solidaridad, respeto, que se consuman con un abrazo y con el rebozo que ahora cobija a estas dos mujeres.

Adolfo Gilly hace una recopilación de algunos extractos de las obras del maestro. Da a conocer que fue la voluntad de Luis quedar bajo un árbol en esa tierra liberadora, espacio zapatista.

¡Gracias!, dice Juan Villoro a los zapatistas, es la forma en la que esta vez quiere homenajear a su padre, a quien por cierto, no le gustaban los homenajes. Villoro hijo habla de cómo la filosofía social y comunitaria se relaciona con la diversidad, con el ser indígena, diferente, otro.

Un rompecabezas fantástico

El Subcomandante Insurgente Galeano da lectura a una anécdota que dejó el Subcomandante Insurgente Marcos, escrita en mayo de 2014, antes de su transición para dar vida a Galeano. Inicia así, afirmando que cuando se hace el recuento de una vida, no alcanzan los pedazos para completarse. Inmediatamente después proporciona una pieza para el rompecabezas de la vida de Villoro, una pieza zapatista para entregársela a los compañeros de vida, Fernanda y Juan.

“Nuestro modo de lucha implica una vida de anonimato. Al nombrar la vida de quien falta lo hacemos existir de otro modo. Nuestro modo de apurarlos, de apreciarlos, de gritarles: ¡Ey! ¡Nada de descanso! De traerlos de vuelta y que sigan en la lucha” inicia.

El Subcomandante se remite a una madrugada fría, en algún lugar del mundo, en alguna montaña del mundo se encuentra con Luis Villoro, se dan un abrazo y comienza una plática en donde el maestro de Cataluña le dice: “Quiero entrarme de zapatista”. El Insurgente le detalla las complicaciones geográficas, geológicas, matemáticas, climáticas, y pese a eso el le responde: “Estoy dispuesto”

Juan y Fernanda muestran una sonrisa durante la narración. Fernanda abre los ojos con asombro.  El Insurgente asegura que las palabras que han escuchado no son una  anécdota. Don Luis se dio de alta una madrugada de mayo y le encargó al Subcomandante Marcos le contara esta historia a su familia cuando el ya no estuviera. No por vergüenza, ni por seguridad, simplemente como un regalo para quien en vida lo acompañó.

Un zapatista convertido en maestro. Una alegría para las nuevas generaciones

“Tiempo habrá de pasar. Las confesiones de los verdugos serán conocidas. Se sabrán con detalle las torturas, los festejos que hacían con cada gota de sangre, la borrachera de la muerte cruel, la euforia posterior, la cruda moral y etílica de los siguientes días, la culpa persiguiéndolos, la justicia alcanzándolos.” dice el Insurgente Galeano respecto a la muerte del maestro indígena Galeano.

Así mismo muestra algunas líneas de la libreta de apuntes del maestro Galeano, en una de ellas se habla de la muerte: “El respeto por las vidas de los que caen prisioneros en una guerra debe ser respetado. Y se recuerda a todos los que leen nuestra historia que el respeto se gana respetando a los de abajo, pero también a los de arriba pero si muestran respeto hacia los de abajo. Gracias. Morir para vivir. Galeano.”

El ahora Subcomandante Insurgente Galeano sigue sin poder explicarse la crueldad con la que se ensañaron contra el maestro Galeano, queriendo matarlo con armas y con notas periodísticas, dice en el homenaje.Sigue “sin entender el silencio cómplice y el desapego de quienes fueron levantados y ayudados por su generosidad, y luego le dieron la espalda a su muerte después de haber usado su vida.”

Selena, joven zapatista participa. Ella vive en el mismo pueblo en donde vivía Galeano. Para los zapatistas Galeano es y será un hombre verdadero que luchó en colectivo. Los jóvenes se organizarán como Galeano quería. Los jóvenes y jóvenas seguirán el ejemplo del maestro para actuar con compañerismo, afirma y agrega que derrotarán al mal gobierno.

Lizbeth, hija de Galeano, habla de cómo su padre les enseñaba cómo hacer los trabajos en la lucha zapatista y en la familia. “En vez de desanimarnos, esto nos anima más” agrega y culmina diciendo que no se cansarán de exigir justicia.

Mariano, hijo del maestro, habla de las enseñanzas que le dejó su padre. Sabe que es la primera vez que escuchan su voz en público, pero no será la última por que el no abandonará la lucha. Su padre le hablaba de la explotación capitalista y les enseñaba a trabajar la tierra. “Nos enseñó que es mejor morir luchando que morir sin la lucha” dice el joven de 18 años.

El Subcomandante Moises dirige sus palabras a las bases de apoyo zapatista, asegura están ahí no para recordar la ausencia de Villoro y Galeano, si no para recordar su vida, su lucha y su trabajo para que sigan viviendo. Hacer que vivan para siempre los que dan la vida por los pueblos.

Los zapatistas saben que Galeano y Villoro no se conocieron, pero lucharon por una misma libertad. En su participación el SIG se pregunta: ¿Cómo fue que sin dejar de ser maestro, el filósofo se hiciera zapatista, y que el indígena, sin dejar de ser zapatista, se hiciera maestro? Y se responde dejando pie a que existan otras respuestas: “algo pasa en el mundo que hace posible éste y otros absurdos”.

El himno zapatista sale de las cuerdas vocales de las bases de apoyo y de las guitarras de los músicos zapatistas y de los invitados. Cada quien toma su camino, llevándose nuevamente un mensaje: morir para vivir.

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