Lo que a continuación se presenta, es una serie de textos, artículos o algo parecido, de carácter histórico y de opinión, ahí entre mezclado, respecto a uno de los sucesos más importantes, y también un tanto desconocidos aún (principalmente fuera de los ámbitos anarquistas) de las experiencias revolucionarias en la historia obrera, del movimiento socialista (entendiendo socialista no sólo desde la visión socialdemócrata o marxista, sino en su carácter más general y amplio), de las primeras décadas del siglo XX.
La epopeya de la revolución libertaria en España y la guerra contra el fascismo de 1936, es un suceso histórico digno de recordar, de investigar, conocer y difundir, y sus aristas son diversas y complejas, como cualquier suceso revolucionario en sí mismo. Por esta misma complejidad, es que se presenta como una serie de artículos, intentado, al final lograr tener una imagen de lo que implicó esta historia. A demás, fuera de los ámbitos anarquistas, la historia de la revolución libertaria de 1936, es ampliamente desconocida, al menos así pasa en México, y es importante conocerle y encontrar en esa experiencia histórica un proceso revolucionario complejo, principalmente impulsado por los anarquistas, aunque no sólo por ellos y ellas, que tuvo que enfrentarse a la par al fascismo y a sus supuestos aliados del lado de la república. Así por un lado, la guerra civil española y por el otro la revolución social, son un conjunto de hechos y procesos, que si bien no sin los mismos, ni idénticos, se construyen a la par y no es posible entender el uno sin el otro, y viceversa.
En suma, el proceso de la revolución libertaria es urgente y necesario conocerlo, en ella se encuentran visiones hermosas de lo que puede un pueblo organizado en libertad e igualdad hacer con sus propias manos, y todos los obstáculos que se le pondrán enfrente.
La primera entrega de esta serie, intentara dar cuenta de un panorama general de lo que fue la guerra civil y la revolución, muy a modo de introducción, y conforme avancemos en la entrega de la serie, se irán abordando diferentes ámbitos y aspectos que ojalá sirvan para tener una idea básica, y animarnos a buscar información, conocer, y recuperar aquello que lo amerita para nuestros procesos organizativos y de lucha que tanta urgencia tienen de pensarse y repensarse a sí mismo, si pretendemos en algún momento levantarnos como verdaderas revoluciones sociales o intentos de ellas.
Salud y anarquía.
1.- Un levantamiento militar fascista, frenado por la clase obrera.
Hace 78 años, el 17 de julio de 1936, un grupo de generales fascistas1 del ejército español iniciaron un levantamiento militar en contra del gobierno republicano (Samprún-Maura, 2006), apenas elegido unos meses atrás y conformado por diferentes partidos políticos de izquierda, aglutinados en lo que se conoció como el Frente Popular.
España, o lo que se conoce como España, es decir los territorios dominados por el Estado español, vivía épocas convulsas, por un lado las fuerzas de tendencia fascista, monárquicas y la parte más reaccionara de la burguesía se aglutinaban buscando la posibilidad de fortalecer aún más, su imperio, en base a los privilegios de quienes imponen la explotación y la dominación política, social y religiosa. Estos grupos constantemente intentaban ampliar su capacidad de dominación, explotación, su fuerza y brutalidad.
Frente esto, los y las desposeídas, las trabajadores de los campos y ciudades empujaban desde décadas atrás sus propios procesos y organizaciones para enfrentarse a los explotadores y dominadores, diferentes sectores sociales, incluso de la burguesía, se aglutinaban en diferentes partidos y organizaciones de diferentes tendencias: republicanas, democráticas o revolucionarias, es decir, habían diversos procesos organizativos, dentro de lo que se conocería como las “izquierdas”: desde aquellas que sólo buscaban implantar un orden político capitalista democrático y liberal, hasta las que buscaban derruir desde los cimientos al capitalismo y la dominación política del Estado.
La lucha, como de por sí es, era entre desposeídos-explotados-dominados y poseedores-explotadores-dominadores, y también se daba una pugna de diferentes sectores políticos y de la burguesía por el poder del Estado por medio de las elecciones. Para febrero de 1936, la mayoría de los partidos y organizaciones de las izquierdas se aglutinaron en el Frente Popular2 para enfrentar a los partidos y organizaciones de derechas que se aglutinaron en el Frente Nacional3.
En la contienda electoral ganó el Frente Popular, instaurando un gobierno republicano de izquierdas que realmente nunca pretendió amenazar, ni amenazó al orden capitalista, sino que se basó en un programa de proclamas políticas mínimas, dentro del marco de la democracia burguesa y ciertas libertades políticas y civiles (que a menudo tampoco respetaba), manteniendo prácticamente intactos los privilegios de las clases poseedoras y sus grupos de poder, económico, político, religioso y militar (Peirats, 2006), manteniendo también prácticamente intactas las condiciones de miseria de los de abajo, sin embargo, el haber perdido la potestad del poder político gubernamental, implicó una afrenta que los desposeídos habían dedicado a los de arriba, y esa afrenta si fue una amenaza para dichos grupos de poder aglutinados en la derecha española.
La república y sus políticas no representaban una amenaza en contra del orden de dominación y explotación, pues buscaba a toda costa mantener contenta a la burguesía, a los militares y a los jerarcas de la iglesia católica, y además mantenía políticas dedicadas a diezmar las fuerzas de los y las trabajadoras y sus organizaciones que buscaban derruir efectivamente la explotación y la dominación política, es decir, al Estado y al capitalismo a la par. Como el caso de los organismos anarquistas y libertarios, donde podemos encontrar a la poderosa organización anarcosindicalista, la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), afiliada a la Asociación Internacional de los Trabajadores (AIT)4 y otros órganos como la Federación Anarquista Ibérica (FAI), la Federación Ibérica de Juventudes Libertarias (FIJJLL) y a partir de 1936, la Federación Mujeres Libres (FMMLL), que en conjunto serían el movimiento anarquista español.
Será necesario recordar que el movimiento anarquista y sus diversos órganos estaban concentrados alrededor de la CNT, el órgano anarcosindi
calista que, según diversas estimaciones, contaba para la década de 1920 con alrededor de 1 millón y medio de militantes, y para 1936, varia el cálculo, con entre 2 y 3 millones (Peirats, 2006), por lo que era una, sino es que la principal fuerza obrera y revolucionaria, frente a otros esfuerzos sindicales y políticos como la Unión General de Trabajadores (UGT) ligada histórica y estructuralmente al Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y otra serie de organizaciones de menor envergadura de diferentes tendencias marxistas, así como republicanas, la mayoría de las cuales no pretendían impulsar un proceso revolucionario, más allá de ciertos cambios políticos en el orden capitalista, como es el caso tanto del PSOE, cuando participo en el gobierno, antes y después de 1936, o como el caso del mismo Partido Comunista Español (PCE), que durante los sucesos revolucionarios, una de sus principales preocupaciones fue restaurar un sistema capitalista democrático, y acabar con los procesos revolucionarios (Peirats, 2006).
Las pretensiones revolucionarias, representadas de manera especial por los anarquistas, su fuerza y la simpatía que despertaban, fueron una verdadera amenaza y afrenta en contra del sistema de explotación y dominación, es decir, para el capitalismo y el Estado y todos los grupos de poder, políticos, económicos, eclesiásticos, militares, etc. Esta amenaza creciente de una revolución social, con una fuerte influencia anarquista, desde el abajo social, desde los y las desposeídas, explotados y dominados de sacudirse las cadenas, es la que ameritaría la inquietud de los de arriba, quienes con el levantamiento intentarán frenarla y exterminarla y de paso recuperarían las instituciones gubernamentales, para no tener que compartirlas con las izquierdas, por muy moderadas que éstas fueran.
Desde febrero y hasta julio de 1936, las fuerzas de la reacción: la burguesía, las jerarquías eclesiales, los grupos de poder político, echaron mano de un grupo de generales, que también veían amenazados sus privilegios, para preparar un golpe de Estado (Casanova, 2010) en contra de la República, buscando recuperar el poder político y frenar las pretensiones de una revolución social que en el abajo se levantaba desde décadas atrás (Peirats, 2006).
La pretensión del golpe de Estado por parte de los fascistas no era un secreto, era conocida y esperada, por algunos, sobre todo los partidos en el gobierno, con una desesperante pasividad, mientras que los anarquistas y sus organizaciones, desde meses antes, y sabiendo del plan militar, comenzaron a realizar un acopio hormiga de armas (Casanova, 2010, Peirats, 2006, Semprún-Maura, 2006, García, 2008). Además, en la víspera del levantamiento militar, los anarquistas advirtieron al gobierno republicano, a sus partidos políticos y organizaciones, de la necesidad de prepararse para enfrentar al fascismo que se levantaría (Abad, 2006).
Entre las advertencias que los anarquistas hacían al gobierno republicano, venia también un reclamo y advertencia: la única forma de enfrentar el levantamiento militar, sería poner a disposición de las organizaciones obreras y revolucionarias las armas necesarias para contener y derrotar la pretensión fascista. La respuesta del gobierno ante la advertencia y el reclamo de armar al pueblo fue obvia: oídos sordos, negación absoluta de que el levantamiento militar fuera a ocurrir, y sobre todo la negativa rotunda de poner en manos del pueblo y sus organizaciones revolucionarias las armas que le permitieran enfrentar a los militares.
Esto último, debido a un miedo aún más profundo en las mentes y lógicas del gobierno y los partidos socialistas, que aquel que podían despertarles los fascistas y su inminente alzamiento militar, tal como fue relatado por Diego Abad de Santillán, quien siendo miembro del Comité de Enlace de la CNT-FAI, advirtiera al gobierno de Catalunya sobre el inminente del levantamiento militar y reclamara las armas para que los obreros se defendieran:
“Si los políticos temen al fascismo, todavía temen más al pueblo en armas”
En las mentes de los políticos republicanos, socialistas y marxistas, había algo peor que un levantamiento militar de corte fascista: el que el pueblo estuviera armado y tuviera la posibilidad, no sólo, de contener y contrarrestar al fascismo, sino que, aún más allá, que tuviera la posibilidad de impulsar una revolución social que destronara los privilegios del capitalismo y del Estado, incluidos los de ellos como políticos, lo que les implicaría perder la posibilidad de su fin máximo como partidos: obtener el poder político, y que además, les quitaría toda posibilidad de dirigir el movimiento revolucionario.
En este contexto, el 17 de julio de 1936, los generales fascistas comenzaron el golpe de Estado, afinando detalles para que al día siguiente, el levantamiento militar se extendiera hacía en el territorio peninsular español. El 18 de julio los militares alzados comienzan el plan de salir de los cuarteles y tomar el control de las ciudades.
Aún a pesar de ver como el levantamiento fascista se apoderaba y extendía por el territorio conocido como España, el gobierno republicano siguió firme en negar la existencia de tal levantamiento (Peirats, 2006), debido en parte a que guardaba esperanzas de poder entablar algún tipo de negociación con los generales fascistas (Casanova, 2010), esto explica porque el gobierno republicano y sus fuerzas políticas intentar negar el golpe militar hasta que se hace imposible seguir negándolo.
Por su parte, las organizaciones revolucionarias, donde figurarán, de manera principal las anarquistas, se venían preparando con antelación al golpe y habían organizado un contra-levantamiento obrero para contrarrestar a los militares (García, 2008), estaban a la espera de que iniciara la movilización del ejército, se mantenía vigilancia obrera sobre los cuarteles, se tenían listas las armas que habían sido acopiadas durante los meses previos. Los obreros estaban al tanto de la situación y habían acordado enfrentar a los militares desde sus sindicatos, desde la CNT-FAI (Abad, 2006). Barcelona fue el más vivo ejemplo de esto, al ser lo que se podría decir, el centro principal de la fuerza del anarquismo, mientras que en Madrid y otras ciudades, desde el mismo 18 de julio se llamaba desde los sindicatos anarquistas a hacer frente al levantamiento militar (Semprún-Maura, 2006).
En Barcelona, la primer ciudad que rechazó y derrotó el levantamiento militar, las sirenas de las fábricas comenzaron a sonar en cuanto se vislumbró que los militares comenzaban a movilizarse dentro de los cuarteles, con esto, los trabajadores, principalmente militantes de la CNT-FAI, tomaron las calles de la ciudad, levantando barricadas en las calles y esquinas para controlar el avance militar y se volcaron hacia los cuarteles, donde cercarían y entrarían en combate con el ejército fascista.
Eran obreros y obreras (García, 2008), principal, pero no únicamente anarquistas5, armados con las armas acopiadas durante los meses previos, las que fueron recuperadas de las armerías de la ciudad al iniciar el levantamiento y con las que iban apoderándose en el camino. El combate fue entre un ejército profesional dirigido por generales fascistas, contra a un pueblo organizado en sindicatos, bajo las banderas rojinegras y negras del anarquismo, que lucharon sin tregua hasta que el levantamiento militar fue derrotado en la capital de Cataluyna, dejando la ciudad, no en manos de la república, sino en manos de los y las trabajadoras de la CNT-FAI (Casanova, 2010).
La noticia de que los obreros en Barcelona se habían levantado para contener el levantamiento militar, impulso a los trabajadores de otras partes a hacer lo mismo y enfrentarse al ejército fascista, con lo que se tuviera a la mano, a veces, con nada más que el pecho desnudo. La victoria obrera y esencialmente anarquista de Barcelona, fue una fuerte influencia moral para el resto de los trabajadores en España, e hizo posible que se hiciera frente a los golpistas.
Así, en diferentes ciudades y regiones, las organizaciones obreras, revolucionarias y políticas de izquierda, con sus diferentes cortes ideológicos, sean anarquistas, socialistas, comunistas (marxistas-leninistas-stalinistas), y otras vertientes del marxismo, así como republicanas, etc., salieron a las calles, hacia los cuarteles militares y es a partir de esto, que el gobierno republicano, para no quedar más desdibujado, deja de negar el golpe militar e intenta remontar para no quedar rebasado por las organizaciones obreras y revolucionarias.
El territorio del Estado español quedó dividido en dos, por un lado el territorio en manos de los generales fascistas, donde el terror y la brutalidad impusieron su dominio, apoderándose de ciudades como Córdoba, Sevilla y Zaragoza, pero sin lograr controlar el resto del territorio, y otras importantes ciudades, entre ellas, Barcelona, Valencia, Madrid, Bilbao, no gracias a la acción del gobierno de la república que siempre mantuvo acciones tibias y disimuladas en contra del golpe militar , sino a la acción del pueblo, de los y las trabajadoras y sus organizaciones revolucionarias, quienes frenaron el golpe en la mitad del territorio (Semprún-Maura, 2006, Mintz, 2006).
Con esto inició lo que es conocido como “la guerra civil española”, que fue un hecho histórico mucho más complejo que él sólo, y ya de por sí complejo, proceso de un enfrentamiento bélico por el control del gobierno. Se enfrentaban, por un lado: republicanos; socialistas; nacionalistas de izquierda; marxistas (en sus diferentes vertientes); y anarquistas, mientras que por el otro lado: monárquicos; fascistas; militares; la burguesía reaccionaria; jerarcas de la iglesia católica; apoyados ampliamente por el régimen fascista de Mussolini y el Nacional Socialista (NAZI) de Hitler.
Pero, no sólo fue una guerra civil entre dos bando por tomar en su control el gobierno y el Estado, fue una guerra en contra del fascismo mundial, que venía levantándose para apoderarse de Europa, y a la par se vivieron procesos revolucionarios, a pesar de, y contrarios al propio gobierno republicano. Es decir, fue una guerra por el control del Estado español y el gobierno, que principalmente fue una guerra en contra del fascismo internacional, y además una revolución social.
La situación social de los y las trabajadoras en las ciudades y los campos, venía precarizándose cada vez más, en pos de la acumulación de capital, donde la explotación económica y la dominación política iban aumentando brutalmente cada vez más, en detrimento de las condiciones de vida de la población trabajadora. Largas y extenuantes jornadas de trabajo en las fábricas, despojo de la producción agrícola por parte de los terratenientes y la nula posibilidad social de intervenir en las decisiones políticas y de organizarse autónomamente, las cuales residían en los políticos y la burguesía.
Estas condiciones antañas, hicieron que desde décadas atrás existiera una efervescencia de movimientos, reclamos y organizaciones obreras y campesinas, con diferentes enfoques socialistas6, entre los que el anarquismo tomaría especial fuerza en las zonas industriales y agrícolas (Zugasti, 2008). Las tentativas de insurrección social impulsadas desde el mundo obrero y agrícola, y en especial desde el anarquismo, no eran nuevas, ya las trabajadoras acumulaban en su memoria colectiva una serie de experiencias y prácticas organizativas e insurreccionales-revolucionarias (Peirats, 2006), así como un vasto repertorio de conocimientos y experiencias para enfrentar en las calles a las fuerzas propias de la burguesía (pistoleros y sindicatos patronales), así como a las fuerzas del Estado, y las represiones de los gobiernos de derecha e izquierda7 (Peirats, 2006, Samprún-Maura, 2006) y sus políticas para minar a las organizaciones obreras.
El contra-levantamiento obrero que enfrentó el levantamiento militar fascista, no surgió de la espontaneidad del momento, sino que era parte de una vasta experiencia lucha que las y los trabajadores españoles (Zagasti, 2008, García, 2008, Peirats, 2006) y sus organizaciones revolucionarias mantenían en su memoria colectiva, por lo que tampoco fue una sorpresa que estos, los trabajadores y sus organizaciones, especialmente los y las anarquistas, no se ciñeran únicamente a frenar el golpe militar, sino que dieran el paso obligado de pasar de sólo la guerra civil en contra del fascismo, hacia la revolución social, empujando diferentes procesos revolucionarios obreros y campesinos, sobre todo ahí donde los órganos anarquistas mantenían presencia y fuerza.
Bibliografía.
-Abad de Santillán, Diego.
1940. Por qué perdimos la guerra, Versión electrónica.
-Casanova, Julián.
2010. “República y guerra civil” en Casanova, Julián (Coord.) (2010) Tierra y libertad. Cien años de anarquismo en España, Editorial Crítica S.L, Madrid.
-García Oliver, Juan
2008. El eco de los pasos. El anarcosindicalismo en la calle, en el Comité de Milicias, en el gobierno, en el exilio, Reproducción de a edición de 1978 realizada por Ruedo Ibérico, Coedición Fundació d´Estudis LLibertaris i Anarcosindicalistes-Librería La Rosa de Foc-Confederaci
ón Nacional del Trabajo Catalunya, Madrid.
-Mintz, Frank.
2006. Autogestión y anarcosindicalismo en la España revolucionaria, Editorial Traficantes de sueños, Madrid.
-Peirats, José.
2006. Los anarquistas en la crisis política española (1869-1939), Libros de Anarres, Colección Utopía Libertaria, Buenos Aires.
-Semprún-Maura, Carlos.
2006. Revolución y contrarevolución en Cataluña (1936-1937), Ediciones Hormiga Libertaria, México DF.
-Zaugasti Jiménez, Paco
2008. La clase obrera hace historia, Coedición Fundación Emmanuel Mounier-SOLITEC-IMDOSOC-Instituto Social Obrero, Colección SINERGIA, Serie Roja, Salamanca.
1 El término fascista se utiliza y concibe más allá del Estado fascista italiano de Mussolini, es decir, como una serie de ideologías capitalistas-estatistas totalitarias, que niegan la posibilidad de la diversidad, política, ideológica, social, económica, religiosa, cultural, etc.
2 Salvo las organizaciones anarquistas, que si bien no boicotearon las elecciones, tampoco formaron parte estructural del Frente Popular en el proceso electoral de 1936.
3 Se hace referencia en plural a izquierdas y derechas, pues son los términos utilizados en la época para designar la diversidad de grupos y concepciones, tanto en la derecha como en la izquierda, anunciando que no existe una única forma de izquierda o derecha. Además, estos términos “derecha” “izquierda” se utilizan en su término histórico más general y menos específico, para enunciar, desde cierta ambigüedad, a los grupos e ideologías que se posicionan por el poder de los dominadores o por los dominados, y no entramos en el debate aún más profundo, sobre lo que es, puede y debe ser entendido por “izquierda”. Al respecto tendríamos que profundizar en la conceptualización del término, en base a la posición política que se adjudica uno, dentro de la pugna por el poder del Estado, cuestión vital a la que se ancla el origen histórico de los términos, lo que complejizaría mucho el caracterizar a las organizaciones políticas, sociales y revolucionarias, pues hay debates en torno a sí el anarquismo se podría caracterizar como un planteamiento de “izquierda” o no, o sí sólo cabría en la caracterización de ser un planteamiento revolucionario anticapitalista y anti-estatal, pues claramente el anarquismo no pugna por entrar a la pelea por el poder Estatal. Por eso, el uso de los términos “izquierdas”-“derechas” se hace en su concepción más general, ambigua y menos específica.
4 La AIT refundada en la década de 1920, es la heredera anarquista de lo que alguna vez, hacia 1860-1870 fuera “La Internacional”.
5 El contra-levantamiento obrero en Barcelona, si bien, era conformado y dirigido por los anarquistas, no sólo estaba conformado por fuerzas anarquistas, pues se sumaron militantes de otras organizaciones políticas y revolucionarias, además de ciertas fuerzas del Estado que se habían mantenido personalmente del lado de la República.
6 Aquí, el término socialista se usa, no para designar a los Partidos Socialistas, sino en general al movimiento socialista, al pensamiento socialista surgido en el siglo XIX, con sus diversas corrientes específicas y divergentes entre ellas, dentro de las cuales, de manera general se pueden encontrar: el socialismo socialdemócrata, propio de los Partidos Socialistas, los que se planteaban por ir escalando en posiciones de poder a partir de la participación electoral, para desde ahí impulsar cambios poco a poco hacia el socialismo; el socialismo revolucionario de tendencia marxista, que después sería conocido como Comunismo, que plantearía más o menos lo mismo, salvo con la pretensión de apoderarse del Estado por la fuerza revolucionaria, para desde ahí imponer el socialismo-comunismo; y por último el anarquismo, que plantearía la necesidad de anular tanto la explotación económica del capitalismo como la de la dominación política del Estado para implantar una revolución, a partir de la cual construir el socialismo o el comunismo libertario, negando categóricamente la posibilidad de hacer una revolución en base a la toma del poder político estatal, pues éste es contrario a la posibilidad de una revolución socialista o comunista.
7 La victoria del Frente Popular de 1936, no era la primera experiencia donde socialistas participaban en el gobierno español. Ya en ocasiones anteriores a 1936, y durante la república, las organizaciones revolucionarias obreras y campesinas, habían tenido que enfrentarse a la represión legal y policial de los gobiernos en manos de los socialistas.