El movimiento estudiantil de 1968. Una ventana a la memoria

Exigían la libertad de los presos políticos (entre estos, los viejos ferrocarrileros); la destitución de los generales Luis Cueto Ramírez y Raúl Mendiolea, jefes del cuerpo de granaderos y el de policía (…); la desaparición del cuerpo de granaderos; la derogación de las leyes referentes al delito de “disolución social” que (…) se usaban como instrumento jurídico represivo para encarcelar a los luchadores de oposición; (…) indemnizar a las familias de muertos y heridos que hubieran caído a partir de las manifestaciones del 26 de julio. Laura Castellanos

 

El movimiento estudiantil de 1968. Una ventana a la memoria

 

Durante los años sesenta del siglo XX, se produjeron movimientos estudiantiles a lo largo y ancho del planeta. Algunos de sus epicentros más relevantes se ubicaron en San Francisco, Tokyo, París, México, Córdoba, Sao Paulo, Berlín, Madrid, Río de Janeiro, Buenos Aires y Nueva York.

Particularmente en México, la bandera de la lucha democrática fue enarbolada por la juventud que tuvo acceso a las normales rurales y a las escuelas de nivel medio y superior. En buena medida esta efervescencia se debió a que los círculos estudiantiles mexicanos no eran ajenos a la rebeldía juvenil que se presentaba en la década, así como la liberación femenina que propicio un aumento de la participación política de la mujer.

Del contexto que permeaba a los jóvenes estudiantes Laura Castellanos nos esboza lo siguiente:

                       

[En las organizaciones juveniles] más politizados circulaban obras de Marx, Lenin o de Mao Tse-tung. Miles militaron en la Juventud Comunista, el Partido Popular Socialista, o en alguna de las dos organizaciones de mayor presencia nacional, la Central Nacional de Estudiantes Democráticos (CNED) o la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México –que unificaba a los normalistas- (…) Al tiempo (…) esta generación admiraba a la juventud revolucionaria que consolidaba la revolución en Cuba. (Castellanos, 2008: 169)

 

Como entonces y como ahora, la opinión pública ignoraba la efervescencia política y social que acontecía en buena parte del territorio nacional, pero que tenía su raíz en el centro del país. La atención de la prensa, en radio y televisión estaba puesta en la celebración de los XIX juegos olímpicos que tendrían lugar en el Distrito Federal en el fatídico mes de octubre.

Respecto al movimiento estudiantil y la determinación de las olimpiadas de ese año existe un consenso entre los diversos especialistas en el tema del 68 en cuanto al hecho de que el horizonte olímpico influyó de manera central en el devenir de los acontecimientos: “La (…)  escena de las olimpiadas y (…) los reflectores mundiales en plena coyuntura de la guerra fría colocó al régimen a la defensiva y facilitó la consolidación de la tesis oficial de la conjura comunista, según la cual detrás de los disturbios estudiantiles operaban fuerzas oscuras y agentes desestabilizadores que buscaban derrocar al régimen”. (Aguayo, 1998: 53)

A pesar de esta paranoia anticomunista, lo que es un hecho innegable es que los estudiantes, jóvenes y trabajadores movilizados en el 68 reivindicaban mayores libertades políticas y cívicas, cuestionando el muro autoritario que caracterizo al “México modernizador”.

En este sentido, es un error minimizar el movimiento del 68 reduciéndolo a los acontecimientos del 2 de octubre en la plaza de las tres culturas, en Tlatelolco; aunque sin duda, esta masacre perpetrada por los militares y el grupo paramilitar conocido como el batallón Olimpia a las órdenes del gobierno mexicano, es vergonzosa y merece todo nuestro repudio y nuestra memoria. Sin embargo, pareciera que año con año rendimos culto al terrorismo de estado con el que se actúo- contra niños, jóvenes, amas de casa, estudiantes, trabajadores y curiosos – y dejamos de lado esa fuerte movilización que sacudió y sigue movilizando y despertando conciencias en nuestro país; acontecimientos que han generado un antes y un después en la historia del México moderno.

En este sentido, apunta el investigador Del Castillo Troncoso (2012: 14), que la matanza como hecho histórico definió el recuerdo y la memoria colectiva del movimiento durante los siguientes años y desplazó los importantes logros cívicos obtenidos por los estudiantes durante los meses de agosto y septiembre, cuando cientos de miles de personas marcharon por las calles de la capital y tomaron simbólicamente el Zócalo capitalino, sede de los poderes civiles y religiosos.

Por ello es apremiante romper con ese reduccionismo de la masacre (más no olvidar) y rescatar la esencia del movimiento, sus procesos de organización; empaparse de los testimonios presenciales, de los brigadistas – parte fundamental del movimiento- , así como de los huelguistas del Consejo Nacional, de las fotografías – las clásicas, las no publicadas y las que aun no hemos observado y que siguen en los archivos de los servicios secretos (tanto mexicanos como norteamericanos) –, en los video documentales, las obras de teatro, entrevistas, música y un largo etc. que abarca esta historia.

En este sentido, finalizo resaltando la magnífica cronología en etapas del movimiento que llevó a cabo Del Castillo Troncoso en su libro “Ensayo sobre el movimiento estudiantil de 1968. La fotografía y la construcción de un imaginario” (2012) en donde en términos generales rescata los siguientes episodios como capítulos centrales del conflicto y que es como abrir una ventana a la memoria:

 

  • La violencia de la última semana de julio, cuyo principal tema fue el bazucazo mediante el cual el ejército derribó la puerta barroca de San Ildefonso, sede de las preparatorias número uno y tres.
  • La marcha del rector Javier Barros Sierra del 1 de agosto y su condena de la violación a la autonomía universitaria.
  • La ofensiva estudiantil de agosto, con el surgimiento del Consejo Nacional de Huelga (CNH) el día 8, con representantes del Instituto Politécnico Nacional (IPN), La Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Las Escuelas Normales, la Universidad Autónoma de Chapingo (UACH), El Colegio de México, La Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), las universidades Iberoamericana (UIA) y la Salle, así como otras universidades de los estados.
  • Las marchas multitudinarias del 13 y el 27 de agosto.
  • La estrategia represiva del gobierno, que comenzó a instrumentarse con el desalojo militar de las guardias estudiantiles en el Zócalo la noche del 27 de agosto.
  • La ceremonia del desagravio a la bandera y la persecución de civiles por parte de tanques y otros vehículos militares el 28 de agosto.
  • La manifestación del Silencio del 13 de septiembre.
  • La ocupación militar de Ciudad Universitaria (CU) y del IPN, ocurridas el 18 y 24 de septiembre.
  • La matanza del 2 de octubre en Tlatelolco y el encarcelamiento de la mayoría de los líderes del CNH.

 

Porque los que cayeron luchando por la vida no se les puede llamar muertos. Ni perdón, ni olvido.

 

 Bibliografía

 

Aguayo, Sergio. (1998). “Los archivos de la violencia”. Grijalbo. México.

Castellanos, Laura. (2008). “México armado. 1943-1981”. ERA. México.

Del Castillo Troncoso, Alberto. (2012). “Ensayo sobre el movimiento estudiantil de 1968. La fotografía y la construcción de un imaginario”. Instituto Mora-UNAM. México

¿Te gustó este articulo? ¡Apóyanos! Regeneración Radio es posible gracias a las contribución de nuestros lectores. Considera hacer una donación:

Más de la autora

Redes Sociales

70,158FansLike
1,057FollowersFollow
0FollowersFollow

INSTAGRAM

TENDENCIAS