La Ciudad de México está en disputa permanente. De manera histórica los pueblos han buscado que se escuche su voz en este lugar. Ahí se toman las decisiones políticas. Las conmemoraciones se convierten en una muestra de poder y espectáculo. Así fue la ceremonia oficialista de la caída de Tenochtitlan a manos de tropas lideradas por Hernán Cortés.
“¡No nos conquistaron!” dicen integrantes de pueblos originarios, quienes quitan los obstáculos que les impiden transitar la Metrópoli donde hace 500 años se dio una batalla que abarcó estos lugares.
13 de agosto, once de la mañana. La avenida Eje Central, una de las principales arterias de la capital, es la línea divisoria entre dos tipos de acontecimientos: En el Hemiciclo a Juárez se juntan diferentes pueblos del país, todos indígenas con culturas muy distintas entre sí, pero comparten indignación. El México de abajo expuesto bajo el sol de medio día. Del otro lado está la plancha del Zócalo y encima transcurre el evento oficial con luces neón que serán encendidas en la noche.
Los pueblos originarios decidieron salir a las calles para recordar que existe despojo, exterminio y discriminación por parte del gobierno actual: “Aquí estamos para decirles que las comunidades existimos y siempre hemos existido. Para gritarle a esta cuarta transformación que nada ha cambiado, vamos a estar aquí defendiendo la vida”.
En su intento por ingresar al Zócalo encuentran patrullas de tránsito que bloquean los accesos. Deciden abrirse paso con sus manos. Empujan las patrullas hasta que las repliegan a la banqueta de la calle. Mueven las vallas plásticas de contención. «¡No que no, si que sí, ya volvimos a salir!», gritan, alzan el puño y reivindican su pasado.
El Congreso Nacional Indígena (CNI) es parte sustancial de esta movilización, está presente la Comunidad Indígena Otomí que reside en la Ciudad de México y otomíes que habitan en Santiago Mexquititlán, Querétaro; los cholultecas de los Pueblos Unidos en defensa del agua y la vida que tomaron las instalaciones de Bonafont en Puebla; los binnizá del Istmo de Tehuantepec, que se oponen al proyecto transístmico en Oaxaca y una representación jurídica desde la comunidad de Santa María Ostula, en Michoacán.
En la Ciudad de México existen resistencias indígenas que pelean por la preservación de su cultura. Marchan representantes de Vecinos de Los Pedregales de Coyoacán. La Coordinación de pueblos y barrios de las colonias de Xochimilco que defienden el último humedal de la metrópoli. Claudia Sheinbaum, jefa de gobierno, implementó la obra del puente de Cuemanco y decidió destruir esa fuente de agua. Los xochimilcas fueron ignorados.
Todos tienen demandas sobre despojo de tierra y agua, derecho de autodeterminación, su derecho a la vida. Hay una valla metálica de contención a la altura de la avenida Pino Suárez, justo en donde se sitúa la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN). No hay paso. Hace 500 años esa avenida era parte de la Calzada Iztapalapa. En esas calles transitaron los españoles para ingresar a Tenochtitlan en 1519 y reunirse con Moctezuma.
Una inscripción anuncia los más de 500 años de resistencia. En este 2021 los pueblos originarios se sitúan frente a la corte. Del otro lado continúa el evento presidencial. Hay más policía adelante.
Situarse ahí no es casualidad. La vocera del CNI, María de Jesús Patricio, intenta ingresar al edificio que se encarga de la justicia, pero no se lo permiten. Únicamente le permiten el paso a la abogada. Su encomienda es presentar un instrumento jurídico respecto a la demanda de demarcación y protección de las tierras del municipio autónomo Santa María Ostula. Al mismo tiempo, en Michoacán, se bloquea la carretera 200 como forma de protesta. Es un caso que lleva 17 años en litigio y no han obtenido justicia, señalan.
La vocera nahua está indignada: «No me dejaron pasar y les decía, “bueno, ¿de que tienen miedo?” Si solamente vamos a dejar un simple documento que es algo que es abierto al público ¿verdad?» Sonríe y agrega: «Por eso los pueblos se encabronan».
«No es cierto que nos conquistaron estamos resistiendo y estamos en pie de lucha», dice Marichuy, como le nombran en los pueblos, y recuerda que el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) está en Madrid, España, con una representación denominada escuadrón 421.Los saluda.
«Hoy que se cumplen 500 años, es una la resistencia de los diferentes pueblos y comunidades. No se rinden, no se venden y no claudican, porque tienen una historia de lucha que van a heredar a los que vienen atrás» dice y también exige que se liberen los pasaportes, pues la Secretaría de Relaciones Exteriores le negó este documento a la delegación zapatista. Por este motivo no han salido del país.
Manifiéstense en silencio
Son libres de manifestarse, pero quiten el sonido porque interfiere con el evento oficial, les dijo Juan Gutiérrez, representante de concertación política del gobierno capitalino, quien llegó a la acción.
La dislocada de los pueblos inconformes, llamada “500 años del inicio de la resistencia” culminó con un aviso: La Comunidad Otomí que mantiene tomadas las instalaciones del Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas dio a conocer que esas oficinas se convertirán en La casa de los pueblos “Samir Vive”.
El gobierno hizo lo posible por mantener el Zócalo despejado. Le negó el derecho a la palabra a los pueblos durante su evento denominado «500 años de resistencia indígena». En el escenario principal se encuentran Claudia Sheinbaum, jefa de gobierno de la Ciudad de México, Andrés Manuel López Obrador, presidente del país, Beatríz Gutiérrez Müller, escritora. Olga Sánchez Cordero, Secretaria de Gobernación y Esteban Moctezuma, embajador de México en Estados Unidos.
Pero los pueblos afirman que se cumplió un objetivo, abrirse paso entre las calles y de este modo reivindicar su historia de resistencia. El Frente de los Pueblos en Defensa de la Cuenca del Anáhuac dice: «No nos dejan pasar al lugar que edificaron nuestros antepasados. Llevamos 500 años en resistencia construyendo lo que nos quitaron. Lo vamos a lograr».