El costo de los mitos sobre la guerra anti-crimen

Hace unos día escuché en las noticias una breve disculpa del senador Joseph Biden del estado de Delaware por haber redactado, presentado y respaldado la Ley contra el Crimen en 1986, la cual aumentó las penas contra el consumo y posesión de cocaína en “piedra”.

El senador Biden dijo que ahora reconoce que la ley estaba basada en un mito promovido en gran parte por la prensa, la cual, a su vez, alimentó la fobia nacional sobre la droga y presionó a los políticos a apoyar cada vez más los métodos draconianos de represión.

Aunque hay que aplaudir a Biden por su franqueza política insólita, uno se pregunta qué pasa con las decenas de miles de personas (o más) que están purgando sentencias de cadena perpetua, basadas en el miedo y el mito.

Recordemos que, a pesar de su espantosa reputación, la cocaína en piedra no es muy diferente a la cocaína en polvo, excepto por el trato ante la ley a los consumidores y poseedores de las dos formas de esta droga.

Pero el miedo y el mito son la semilla de la política estadounidense y de su sistema carcelario. Cuando las primeras prisiones norteamericanos se establecieron, los extranjeros, pobres y luchadores sociales fueron señalados para el encarcelamiento. En su libro Más allá de las prisiones: Una nueva paradigma ecuménica para nuestro fracasado sistema carcelario*, los investigadores Laura Magnani y Harmon L. Wray afirmaron:

En 1797, setenta por ciento de los presos en la cárcel de la calle Walnut en Filadelfia eran inmigrantes. El sistema de justicia penal siempre ha sido la primera línea de acción en contra de las olas de inmigrantes que llegan a Estados Unidos.

La prisión se utilizó para convertir en ‘caballeros’ a los transgresores de la ley, quienes en su mayor parte eran inmigrantes. Es decir, nuestro sistema carcelario se utilizó para hacerse conformar con la sociedad a las personas cuyo comportamiento no fuera aceptado por la cultura dominante. Los inmigrantes que eran activistas del movimiento obrero eran blancos específicos de acusaciones criminales”. [p.108]

Magnani y Wray agregan que hubo semejantes usos de la maquinaria represiva del Estado a finales de la Segunda Guerra Mundial y recientemente, después del 11-9.

El miedo. El mito. El miedo al otro.

El senador Biden, desgraciadamente, no actuó solo en producir leyes basadas en mitos. La Ley contra el Crimen promovida por el ex presidente William J. Clinton agregó unos 60 delitos castigables con la pena de muerte a los que ya existían, y su Ley de Reforma del Litigio Penitenciario, en efecto, aventó la puerta en la cara de miles de presos que pretendieron presentar demandas en las cortes federales.

Los mitos son poderosos instrumentos para los políticos. La cuestión es ¿quién tendrá éxito en manipularlos para sacar ventaja política?

Aunque dichos métodos pueden llevar a un político a ser elegido o re-elegido, también producen un sinnúmero de vidas abaratadas y desperdiciadas. Los mitos fomentados por la prensa no deben impulsar la ley; lo que debe prevalecer es la razón. Pero mientras tengamos el sistema y los políticos que tenemos, miles de personas pagarán el precio del mito y el miedo.

Desde el corredor de la muerte soy Mumia Abu-Jamal

Fuente: Laura Magnani y Harmon L. Wray, Beyond Prisons: A New Interfaith
Paradigm For Our Failed Prison System (Minn., MN: Fortress Press, 2006).

Ensayo escrito el 14 de febrero de 2008
Derechos reservados 2008 Mumia Abu-Jamal
Texto circulado por Fatirah Litestar02@aol.com
Ensayo grabado por Noelle Hanrahan para www.prisonradio.com
Traducción: Amig@s de Mumia, México

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