DOMINGO
“Cualquier persona que intente entrar en Taksim será considerado terrorista”, dice el ministro turco para la Unión Europea, Egemen Bagis. “No podéis manifestaros donde queráis”, dice el primer ministro Tayyip Erdogan. “Taksim en todas partes, resistencia en todas partes” cantan las miles de personas que intentan entrar en Taksim. El gobierno cierra todas las vías de acceso al centro, los puentes, el transporte público, los barcos. Y lo hace con policías, tanquetas, gas, agentes químicos, pelotas de goma. Y fleta autobuses para que se reúnan con él sus partidarios en otra gran plaza.
Aún así, hay muchos que consiguen acercarse. Desde la terraza de la casa donde estoy, veo a un grupo de unas 50 personas frente a una tanqueta de agua y agentes químicos en un calle que lleva a Taksim. Están a unos 200 metros de la plaza. Cada vez son más, se ponen máscaras antigás, se sientan cerca de las tanquetas, sacan una bengala y una pancarta contra Erdogan, cantan el Bella ciao. La policía les avisa por megafonía, ellos le contestan con música turca en un casette; la policía empieza a lanzar el agua con químicos, uno se pone delante a recibir el chorro como si fuera una ducha, pero dura muy poco: sale corriendo en seguida, mientras va quitándose rápidamente la ropa porque le quema la piel.
Cuando todos se han ido, la policía avanza, rompe la pancarta, espera a un camión de la basura que elimina todos los restos de la protesta.
Una hora después, vuelven los manifestantes, y yo bajo para estar con ellos, veo cómo hacen una barricada. Pero los policías aparecen por otra calle; corremos, joder, corremos como ratas, callejeamos, hasta dar a una calle donde los vecinos nos reciben en sus ventanas con aplausos y caceroladas. Alguna incluso baja al portal a darnos la bienvenida.
Aún no se puede volver porque hay demasiado gas, pero algunos intentamos acceder por otra calle. Veo cómo un grupo bastante numeroso empieza a trabajar para montar una barricada. Algunos arrancan los postes de hierro que hay en las aceras para poder coger después las piedras que hay a su alrededor. Otros se van pasando estas piedras, en una cadena humana, hasta que van amontonándose en la barricada recién creada.
El mismo trabajo en equipo que hacían para llevar agua a la acampada ahora se pone en acción para hacer barricadas. Intento hacer alguna foto, pero veo a una chica joven que me mira bastante, habla con otro, me señala. Me acerco, le cuento que vengo de España, que si hay algún problema con hacer fotos. Me pide perdón, creía que yo era policía secreta: “Tenemos mucho miedo ahora, mucha paranoia, están deteniendo a mucha gente por las fotos en las redes sociales”.
Cuando vuelve a embestir la policía, la chica me lleva a un portal cercano con sus amigas. Me han adoptado, subimos a su casa y me invitan a comer algo. Abajo, en la barricada, tan solo quedan hombres. Me cuentan que hacen las barricadas para evitar que pase la tanqueta, y así intentar avanzar poco a poco hacia Taksim. Desde arriba, van avisando a los demás cuándo viene la policía, y les gritan que se vayan y sacan las cacerolas, igual que hacen otros vecinos, y graban con el móvil y no paran de twittear.
“Yo antes siempre iba con las uñas pintadas, y mira ahora”. Me enseña sus uñas sucias, de arrancar piedras para las barricadas. “Pero ya basta, 10 años de Erdogan son suficientes, ya no podemos más. Dicen que nosotros no somos musulmanes, que entramos bebiendo en las mezquitas, incluso que han encontrado restos de una bomba atómica en el campamento. Es ridículo, tú estuviste en el campamento, ¿no? Si eso parecía la comunidad de los pitufos. El momento en el que el empezó a tocar el pianista, rodeado de policías: ese fue el mejor momento de mi vida. Pero no les gusta que seamos felices. La noche del desalojo, cuándo se dispersó la nube de gas, el pianista quiso tocar otra vez, pero vino la policía y le quitó el piano. Lo peor es que muchos de los seguidores de Erdogan creen todo lo que dice el gobierno, incluso lo de la bomba, son gente muy cerrada. Hoy había muchos de ellos por el centro con palos y navajas buscando pelea”.
En una de las pocas televisiones que muestran las protestas se repite la imagen de un policía pegando a una mujer con velo, intentando quitárselo. Es una imagen poderosa que podría hacer mucho daño a Erdogan, me dicen. Que peguen a unos çapulcu (saqueadores) que es como llama el primer ministro a los manifestantes, no es tan importante para ellos, pero que atenten contra el velo de una mujer es una falta de respeto que sus votantes quizá no perdonen. Si es que vieran la imagen, porque los medios oficiales nunca la sacarán.
También aparecen imágenes de dibujos hechos por niños turcos donde salen policías gaseando a gente y quemando tiendas de campaña.
Hasta las dos de la madrugada no me dejan salir de la casa. No es seguro, me dicen. Cuando salgo, todo está despejado. Menos Taksim, que sigue repleto de policías.
LUNES
La huelga general es ilegal en Turquía. Aún así, los sindicatos han convocado una por el desalojo de #OccupyGezi. La manifestación en Istiklal termina cerca de Taksim con muy pocas personas. Los líderes sindicales ya han leído su manifiesto, ya no se les ve. Taksim sigue tomada por la policía, los más jóvenes se acercan, ¿habrá otra vez gas? No, se sientan algunos en primera línea, muchos les imitan, un señor mayor les arenga: “Estoy muy orgulloso de los jóvenes”. Se gana un gran aplauso.
No parece que vaya a pasar nada. Algunos bailan cogidos de la mano. Van quedando grupitos de cuatro o cinco que se sientan cerca de Taksim tocando sus cascos como si fueran timbales.
Manifestantes cantan golpeando sus cascos cerca de Taksim.
Manifestantes cantan golpeando sus cascos cerca de Taksim.
Parece que, por hoy, todo ha terminado. Un operario de limpieza termina de limpiar uno de los muros donde había pintadas contra Erdogan.
#OccupyGezi queda invisibilizado.
Cuando llego a casa, un chico norteamericano me enseña su móvil: ¡hay una asamblea en Besiktas! Corremos hacia allá.
El camino estaba lleno de barricadas antes, y ahora está lleno de autocares de policías. Besiktas está a una media hora andando. Cuando llegamos al parque, lo primero que vemos es a unas doscientas personas moviendo las manos, alrededor de uno que habla con un megáfono. Le están aplaudiendo, con el lenguaje de los sordomudos, con el lenguaje que se utilizaba también en Sol. Es la primera vez que lo veo aquí. Una chica turca se ofrece para traducirnos. Nos cuenta que estudia ciencias políticas en la universidad y que ha estudiado allí “la revolución pacifíca española”. Le digo: “no sabía que hoy había asamblea aquí”. Y responde: “yo tampoco, me acabo de enterar por twitter y he venido corriendo”.
Nos cuenta que estos días han detenido a muchos hinchas del Besitkas que estaban en primera línea de barricada. No a todos en medio de enfrentamientos, a muchos de ellos les han detenidos después, cuando iban solos por la calle. De forma espontánea muchos se han ido juntando en este parque, buscando a otros, intentando contrarrestar su miedo. Y entonces han empezado a hablar sobre qué hacer a partir de ahora. Otros muchos se han enterado después por teléfono, whastupp, redes sociales, y se han ido acercando de todos los barrios, no solo hinchas. Y había tantos que han propuesto hacer una asamblea. Como todos querían hablar a la vez, han hecho una cola detrás del megáfono. Un chico turco había visto vídeos de las protestas en España y ha propuesto hacer sus gestos. A todos le ha hecho gracia la idea y han aceptado. Ahora todos están encantados con su juguete nuevo, parecen muy felices de estar otra vez juntos y aplauden a rabiar, de forma silenciosa, la mayoría de las
intervenciones.
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Asamblea en Besitkas vía Isabel Hunter
“Los turcos no estamos acostumbrados a escucharnos, siempre nos estamos interrumpiendo, siempre peleando; esto es como un milagro”, nos dice entusiasmada otra chica turca. Lo más parecido que han vivido a esto, nos cuenta, es cuándo ocuparon un Starbucks en la universidad hace un año y crearon allí una cafetería autogestionada, pero era algo muy concreto, y solo había universitarios, no gente de todo tipo como aquí.
En muchas de las intervenciones, la gente comparte sus emociones respecto a lo vivido en el Parque Gezi, en otras muchas se propone seguir con acciones pacíficas, otras dicen que hay que defenderse de otras formas, algunos proponen formar un nuevo partido político y otros boicotear las multinacionales, y también que hay que organizarse mejor de forma online y crear grupos de facebook, medios sociales, y pensar cómo llegar a los votantes tradicionales de Erdogan para que les quiten su apoyo, y hay algo que se repite como un mantra: “Lo más importante no es el parque, sino permanecer juntos; están intentando separarnos”.
Deciden volver a juntarse aquí todos los días, a partir de las 21h.
Nuestra traductora interviene en la asamblea para defender acciones pacíficas como la que se está produciendo ahora en Taksim. Un hombre se ha plantado delante de la bandera turca del edificio Atatürk y lleva horas allí, quieto, sin hacer nada. Se ha convertido en trending topic mundial y muchos le apoyan ahora haciendo lo mismo en Taksim.
El hombre de pie, ” the Standing Man” o “Duranadam” en turco.
El hombre de pie, ” the Standing Man” o “Duranadam” en turco.
Le buscamos en la plaza. Preguntamos a un chico:
– ¿Has visto al “Standing Man”?
– Yo soy el “Standing Man”.
No se parece al que hemos visto en las fotos de Twitter.
– Hablamos del hombre ese que se ha puesto aquí.
– Le ha arrestado la policía, pero ahora somos muchos “Standing Man”.
Unas siete personas quietas miran la bandera turca en Taksim.
MARTES
Hay miedo de que nos arresten en el piso donde estamos. Es muy cerca de Taksim y la policía ha podido ver demasiado movimiento. Nos vamos a Asia.
Dos hombres de unos cincuenta años nos acogen en su piso. Uno dice que es maoísta y que su amigo es prosoviético. “Nos peleamos mucho” dice, y se ríe a carcajadas. El otro no se ríe.
Mientras, han surgido “Standing Man” por todo el país. Quien lo empezó todo es un coreográfo llamado Erdem Gunduz. Fue arrestado y liberado esa misma noche.
A las 20h, una cacerolada resuena en todo el barrio donde estamos.
Hoy hay asambleas en, al menos, tres parques. Se crea un hastag, que significa algo así como “Hermandad de parques”. Unos amigos van a Kadikoy, mientras yo vuelvo a Besiktas.
Las personas quietas de pie se multiplican en Taksim y otros lugares.
Las personas quietas de pie se multiplican en Taksim y otros lugares.
Al pasar por una plaza, veo que han hecho un círculo con velas y que hay un montón de zapatos. Me explican que las velas son por los muertos de #OccupyGezi y que los zapatos suelen simbolizar también eso, pero que hoy los dejan ahí como invitación a que la gente haga lo mismo y entre descalzo dentro del círculo a pasar allí la noche, como si estuvieran en su casa. Hay también leche, bollos y galletas. Incluso han hecho una especie de espantapájaros que representa el”Standing Man”.
En la asamblea del parque, el número de personas se ha multiplicado desde ayer. El parque está lleno de gente, no solo en la asamblea, sino también fuera de ella, hablando, tomando cervezas, tocando la guitarra. Hay una cola de unas 30 personas esperando su turno para hablar, detrás del megáfono. Insisten mucho en la idea de organizarse.
Una chica me dice que su madre no entiende qué están haciendo aquí, pero que si no lo entiende es porque piensa con su viejo cerebro político y ahora está surgiendo un cerebro político nuevo.
“Todos somos Brasil, todos somos Taksim” dice uno en la asamblea y el silencio de los aplausos mudos es estremecedor.
Aplauso mudo en la asamblea de Besitkas vía www.medyalens.com
Aplauso mudo en la asamblea de Besitkas vía http://www.medyalens.com
Otro con la camiseta del Besitkas dice: “aquí no somos del Besitkas o del Galatasaray, no somos kurdos ni turcos, aquí todos somos personas”.
Otro: “Hay que utilizar un lenguaje más inclusivo, muchos dicen hijo de puta o maricón, y eso es una falta de respeto para gays y prostitutas”.
Otra: “Ahora hay muchos que han sufrido la represión en pleno centro de Estambul, la misma que muchos pueblos del interior de Turquía, tambien alevíes y kurdos, llevan sufriendo durante años. Ahora ya todos saben por experiencia propia lo que es eso”.
Otro: “hay que tener mucho cuidado con la policía, están deteniendo a mucha gente cuándo va sola por la calle, hay que estar más juntos, es normal tener miedo, pero no hay que estar paranoicos”.
Le pregunto a mi traductora si ella tiene miedo.
– No.
– ¿No?
– No. Siento que nos protegemos los unos a los otros.
La asamblea sigue hasta las tres de la madrugada, pero mucha gente no se quiere ir, no se va, se queda hablando en pequeños, o grandes, grupos.
Las chica turca me dice que hoy siente aquí el espíritu de Gezi. Y que está brotando también en otros parques, en otros cuerpos, en otras plazas.
Erdogan ha dicho que ya todo ha terminado. Algunos medios también. Muchos corresponsales de prensa ya han dejado el país. Pero #OccupyGezi, la revolución de los çapulcu, no ha hecho más que empezar.