Movimientos sociales comienzan ofensiva contra el gobierno ilegítimo de Michel Temer
El jueves 12 de mayo, Brasil asistió a la materialización del golpe parlamentario, fuertemente apoyado por los principales medios de comunicación y la élite del país, que busca arrebatar el poder a la presidenta Dilma Rousseff, reelecta democráticamente en 2014 con 54 millones de votos. Rousseff, del Partido de los Trabajadores, fue la primera mujer presidenta del país. Los movimientos sociales respondieron movilizándose en las calles contra el principio de un nuevo tiempo obscuro que se remonta a lo que Brasil vivió durante veintiun años con la dictadura militar.
En São Paulo, la ciudad más grande del país, treinta mil personas marcharon a la oficina presidencial en la Avenida Paulista, en un acto simbólico de “bloqueo del gabinete”. Los movimientos sociales dicen que el gobierno del presidente interino Michel Temer es ilegítimo y quieren su salida inmediata del poder. Las organizaciones como el Movimiento de los Sin Tierra (MST), Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra (MTST), los estudiantes secundarios, universitarios y otros sectores del movimiento se han unido al coro de “Fuera Temer”, que resonó a través de la calle más grande de la ciudad.
Mientras tanto, en Brasilia, la capital, Michel Temer asumió el cargo y presentó sus ministros, una imagen clara de la élite blanca, privilegiada, sexista y anticuada de Brasil. De nuevo, como en el gobierno dictatorial del general Ernesto Geisel, no hay mujeres frente a los ministerios. Ninguna persona de piel negra fue considerada para ocupar estos puestos. En su remodelación, Temer redujo de 32 a 23 el número de ministerios, extinguiéndo el de Cultura entre ellos. De los 13 ministros que son miembros del Parlamento, solamente 2 no tienen pendiente con la justicia, a la mayoría se les vincula e investiga por actos de corrupción y malversación.
Entre los nuevos ministros, se encuentran figuras abominables como Alexandre de Moraes, ex secretario de Seguridad Pública del Estado de São Paulo, que encabezó la policía que tiene una de las tasas más altas de violencia contra negros y pobres. A partir de ya,, Moraes toma el Ministerio de Justicia y Ciudadanía. José Serra, ahora ex senador y de promotor del golpe como todos los ministros, es conocido por sus intentos fallidos para llegar a la presidencia, se hizo cargo del Ministerio de Asuntos Exteriores. Esta es la cuarta vez en 21 años que sale de una posición en el Senado para intentar acercarse a la Presidencia.
El proceso del golpe comenzó a partir de la derrota del ex candidato a Presidente Aécio Neves en 2014, y la profundización de las investigaciones de la operación Lava-Jato, que investiga los delitos de corrupción de empresarios y políticos poderosos en la empresa estatal de petroleo. Hasta el momento, no ha sido posible demostrar la participación de Dilma Rousseff con este o cualquier otro esquema de corrupción. Su gobierno apoya la investigación y, por primera vez en la história, dio autonomía a la Policía Federal para actuar en torno a las investigaciones.
Como no había ninguna denuncia de corrupción para llevar a cabo el golpe, la élite política -liderada por figuras como Eduardo Cunha, quien presidió la sesión de impeachment de la Cámara de Diputados, y que tiene en su hoja acusaciones de corrupción, incluyendo ser uno de los acusados en Lava-Jato- acusaran a la presidencia de irresponsabilidad fiscal. La acusación es por utilizar dinero de forma temporal de los bancos públicos para cubrir los gastos del gobierno. En las administraciones posteriores a la dictadura militar estas formas fiscales fueron utilizadas. Por primera vez esta maniobra se considera un delito.
Es evidente que hay un descontento de los movimientos sociales con el gobierno de Dilma Rousseff, tanto en cuestiones económicas, como en otros asuntos como el derecho de los pueblos indígenas, los derechos de la comunidad LGBT, la conservación del medio ambiente, la política de drogas, entre otros. Rousseff estaba siendo constantemente presionada por una solución por la izquierda. Sin embargo, a lo largo de su segundo mandato, arrinconada por el Congreso, ha tomado decisiones, sobre todo económicas, para complacer al mercado y la élite privilegiada. No fue suficiente. Los líderes del golpe no están luchando para Brasil, sino por el poder.
No pasarán.