El 22 de octubre se realizó la jornada global por Ayotzinapa en muchos puntos del país y el mundo, en la ciudad de México la respuesta fue masiva: más de cien mil personas de todos los sectores levantaron su antorcha, veladora, encendedor, celular; desde el estudiante, trabajador, campesino, así como organizaciones sociales, colectivos, mujeres y familias, acompañaron la movilización #UnaLuzPorAyotzinapa. Sin duda alguna es de las marchas de mayor asistencia en las últimas décadas, pero la primera masiva en denunciar el narco-Estado que vivimos actualmente en nuestro país.
Alrededor de las 4:30 de la tarde del miércoles arribaron al Ángel de la Independencia aproximadamente 30 autobuses procedentes del Estado de Guerrero, en ellos venía el dolor, la rabia y esperanza de los padres y madres de familia de los 43 compañeros desaparecidos y los 3 jóvenes asesinados el pasado 26 y 27 de septiembre en el Municipio de Iguala; de los mismos descendieron sobre Avenida Reforma cientos de estudiantes normalistas de diferentes sedes del país y por su puesto de la Normal Rural “Raúl Isidro Burgos” de Ayotzinapa.
El dolor de perder a un hijo debe ser inmenso, pero de ese mismo tamaño es el coraje y la fuerza con el que los familiares de los jóvenes normalistas están encabezando el movimiento por justicia y presentación con vida; la madre de Jorge Aníbal Cruz Mendoza, ambos originarios de la costa Chica de Guerrero, a su llegada a la movilización nos hizo saber la exigencia central de la jornada: “presentación inmediata y con vida” de su hijo y de los 42 compañeros normalistas restantes, además hizo un llamado a seguir exigiendo y presionando al “narco-Gobierno” a entregar enseguida a sus hijos.
Masiva fue la respuesta por parte de los jóvenes estudiantes, tanto de nivel medio y superior, no sólo del Distrito Federal, acudieron desde Guerrero, Querétaro, Puebla, Tlaxcala, Morelos, Estado de México, Monterrey, Zacatecas y Tamaulipas (sólo por nombrar con quienes pudimos hacer un breve contacto durante la movilización), todos marcharon codo a codo con los familiares.
Ya no es de extrañar ver a contingentes estudiantiles de instituciones privadas desde que presenciamos aquel despertar político del mayo del 2012 con la emergencia del movimiento #YoSoy132; en esta movilización por Ayotzinapa pudimos observar y acercarnos a platicar con uno de los integrantes del nutrido grupo perteneciente justamente a la institución raíz de este movimiento estudiantil que activó a miles de jóvenes de todos los estratos sociales. Alejandro, estudiante de la IBERO señaló que México se encuentra en una época obscura, en donde “no existe la justicia, y están matando gente como si fueran omnipotentes los políticos y el narco”; agregó que el problema “no le concierne solo al Municipio de Iguala, mucho menos al Estado de Guerrero”, ni tampoco “son solo 43, pudimos haber sido nosotros”.
El común denominador fue la indignación de ver a los estudiantes muertos y desaparecidos, “hace unos meses nos ofrecían cárcel, hoy el Estado mata a sus estudiantes”, dijo un joven del CCH con tono enardecido y pidiendo que no reveláramos su nombre “por obvias razones”: “vivimos en una fosa clandestina, la más grande del mundo y es culpa del Gobierno”, sus palabras finales fueron “esto es una masacre”, al mismo tiempo que sus compañeros de la Coordinadora General de los CCH’S preparaban las cartulinas con mensajes y las mantas con consignas para la marcha.
Una constante en la narrativa que pudimos escuchar al compartir momentos con los distintos sectores movilizados, fue la violencia que se vive en las calles del país; y es que los hechos en Iguala donde se vieron involucrados de manera lamentable los estudiantes normalistas destaparon los eventos continuos de muertes y desaparición en México. De pronto aparecen palabras en el vocabulario de los jóvenes que habían sido ignoradas o dejadas al aire: “fosas clandestinas”, “masacres”, “narco-Estado”. Sin embargo, todos nosotros nos negamos a que sea nuestra realidad; Karen de la Facultad de Estudios Superiores de Cuautitlán lo comparte y señala que: “ha habido demasiada violencia en el país, aparecen fosas en todas partes, están atentando contra civiles, contra estudiantes –pero a pesar de esto- No me parece que tengamos que vivir con miedo”.
Los estudiantes de la Universidad Autónoma de Guerrero, en voz de Tomás Lozano mostraron que tienen memoria y se solidarizan en el presente, porque en el pasado los estudiantes de la escuela que cobijó e impulsó la lucha por la autonomía en esa casa de estudios en la década de los sesentas fue Ayotzinapa. Con una máscara del que se ostenta como actual Presidente de México, y capucha en su cabeza, Tomás hizo énfasis en que la situación de violencia es un problema social que se extiende a todo el país, el cual tiene su origen en la falta de educación, y por la calidad de ésta, por ello, agregó, “estamos manifestándonos para hacer público y de conocimiento social, que los estudiantes somos el motor de México”.
Un hombre de avanzada edad con canas en su poco pelo y de lentes de gota color ámbar, se acercó al momento de despedirme de Tomás y sentenció: “entendemos que este gobierno y el presidente que está, ha sido impuesto por las televisoras y por los cárteles del narcotráfico, es un narco-Gobierno que está golpeando a los trabajadores, a los estudiantes”, dijo con voz agitada, fue como un momento de desahogo, dijo lo que sentía y se alejó entre la multitud que se empezaba a colocar detrás de los contingentes de normalistas rurales que abrazaron a los familiares de los jóvenes ausentes.
Un chico con no más de 20 años de edad, estudiante de la Escuela Superior de Educación Física y originario de Oaxaca, señaló lo que para muchos ya es evidente: “La versión oficial es que no existe vinculación –de la clase política- con el narco, pero… al final de cuentas quien está detrás de los políticos y quien sostiene la estructura económica y política en México es el narcotráfico”.
Seguí caminando y buscando quién me compartiera el sentido que tenía para movilizarse, de pronto me encontré sobre Avenida Reforma a la altura de la Glorieta de la Palma, en donde estaban detenidos por un momento los familiares a la cabeza de la movilización, todos ellos portaban la foto de cada uno de los 43 normalistas. Las consignas llegaban a nuestros oídos directo del aparato de sonido de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) y eran repetidas por las miles de gargantas que acompañaban la rabia de los familiares durante la movilización: “presentación inmediata con vida”, “vivos se los llevaron, vivos los queremos”, “ahora se hace indispensable, presentación con vida y castigo a los culpables”.
A la altura de Insurgentes alcanzo a América López, estudiante de la licenciatura en Educación en la Universidad Autónoma del Estado de México, ella con voz firme y sin detener su marcha me comentó sobre la violencia y la omisión por parte de las autoridades de Gobierno, que es compartida por miles de estudia
ntes en el país: “nosotras también sufrimos agresiones, hace 20 días se dio una violación de algunas compañeras cerca de la universidad y también hicimos paro por la situación, los municipales no hicieron nada y estamos en pie de lucha”. Además de la violencia, juzgó las “reformas estúpidas –de Peña Nieto- como la educativa que no apoya ni impulsa… la educación en México, pero sí matan estudiantes”. América portó durante la movilización un cartel con la leyenda “PRI, PAN, PRD = narco-Gobierno”, al preguntarle su sentir sobre el Estado y su evidente colusión con el crimen organizado no reparó en decir que vivimos en un narco-Estado, en medio de una crisis en donde el Gobierno “cedió todo el poder a estos grupos de la delincuencia organizada –sicarios, narcotraficantes-, nosotros ya estamos a expensas de lo que digan ellos… es una ciudad sin ley. Aquí los únicos que gobiernan son los que cometen delitos, no los que estudiamos, no los que trabajamos… si no la gente que se encarga de delinquir, de matar, asesinar, violar”.
Al caer la noche en medio de miles de luces, velas y antorchas con las que se buscó iluminar el camino de regreso a casa de los 43 jóvenes, me acerqué a Luis Tapia de El Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez y al cuestionar el por qué movilizarse, la respuesta fue certera: “porque tenemos un contexto de violencia de Estado; hay una razón por lo que están sucediendo estos crímenes; es que en el pasado, en el 68, en la época de la guerra sucia, cometieron crímenes y hasta hoy no hay responsables de las desapariciones forzadas, de las ejecuciones extrajudiciales a cargo del Estado, no hay responsables presentados y eso permite que se vuelvan a repetir”. A sabiendas que los hechos en el Estado de Guerrero ocurridos a finales del mes de septiembre no son aislados, recordó las ejecuciones extrajudiciales recientes en Tlatlaya, las decenas de fosas encontradas en Guerrero, las mujeres muertas en el Estado de México. Al final nombró la realidad que brota de las alcantarillas de la clase política: “es un Estado criminal, está coludido desde el más alto nivel con el crimen organizado, se quieren desligar diciendo que el crimen organizado es responsable de esta desaparición, pero está en realidad diciendo… el Estado mismo es el responsable de que sucedan desapariciones y asesinatos como con los compañeros de Ayotzinapa”.
Para entonces la marcha avanzaba por 5 de mayo, el templete estaba puesto en el Zócalo capitalino y alrededor de las 8 de la noche daba inicio el Mitin cuyos principales oradores fueron los padres, madres y familiares de los “chamacos” desaparecidos. A las 10 de la noche seguían entrando los contingentes a la plancha del Zócalo y tras haber escuchado a diversas organizaciones sociales, así como el mensaje conjunto entre el Congreso Nacional Indígena (CNI) y el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) leído por un compañero del CNI, las palabras sencillas de los pueblos indios cerraron lo que habíamos vivido esa tarde-noche del 22 de octubre en la movilización #UnaLuzPorAyotzinapa: “Su dolor es el nuestro, su rabia es la nuestra”.