Hablar de Ayotzinapa implica darse cuenta de que existe una herida que no se ha cerrado. Que no cerrará hasta que exista justicia, verdad, reparación y sobre todo, presentación con vida de los 43 jóvenes normalistas. Son 3 sexenios, 43 ausencias, más de 132 manifestaciones, 43 madres y 43 padres con corporalidades desgastadas, con una ausencia en la mesa. Son reiteradas historias de traiciones, acuerdos gubernamentales rotos, simulaciones institucionales. En suma: una justicia nacional y global en zozobra.Ayotzinapa fue la chispa que encendió la indignación mundial sobre una realidad que impera en todo México, la colusión de autoridades y grupos delincuenciales, el racismo sistémico, el desprecio a la educación para los hijos e hijas de población campesina.
Ayotzinapa es el caso cúspide que nos demostró que puedes poner en evidencia la corrupción, la colusión y la omisión de autoridades, llegar a los más altos niveles gubernamentales, alcanzar las más altas esferas de los derechos humanos internacionales, pero, cuando la decisión regrese a las manos de los juzgadores nacionales, nada avanzará. No importa cuántas puertas se toquen y cuántas puertas respondan, en México, la deuda sigue pendiente.
Ayotzinapa llegó a nuestras pantallas una madrugada, con imágenes que se quedaron en la memoria del dolor nacional. El caso se volvió alarmante y pronto escaló a la hoy extinta Procuraduría General de la República (PGR), posteriormente llegó a instancias internacionales como la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), sin embargo, al volver a manos de autoridades mexicanas, los padres, madres y abogados se encontraron con trabas institucionales, simulaciones, traiciones, expedientes cerrados, una insensata protección al Ejército Mexicano y todo un sistema que se encargó de que la impunidad fuera perpetua. Welcome to México.
Son 11 años y una deuda histórica pendiente sin avances, sin cumplimiento ni voluntad política. Durante su campaña, Andrés Manuel López Obrador prometió no enjuiciar a presidentes pasados y en efecto, lo cumplió: Es una vergüenza nacional que Enrique Peña Nieto pudiera caminar por las calles de España sin vergüenza ni temor tras concluir su presidencia, después de ser uno de los principales responsables en la cadena de mando gubernamental durante la noche de Iguala.
Que el presidente más repudiado de México hoy reaparezca en los medios masivos, sin una sentencia ni una investigación abierta por la desaparición forzada de los 43 es un sinónimo y un mensaje de impunidad sistémica, nos dicen: no importa cuántas vidas se pierdan, en tanto no sean de empresarios, blancos, clase política o una familia del pequeño puñado que hoy ostenta el poder en México, no importa. Podrán desaparecer miles de personas en México, mientras sean campesinas, campesinos, personas trabajadoras precarizadas, desechables, jóvenes, clase baja, 43.

Han pasado tres sexenios presidenciales con deudas pendientes: Enrique Peña Nieto con una culpabilidad directa por omisión o presuntamente acción intelectual, Andrés Manuel López Obrador con un periodo lleno de promesas falsas y rotas para con los familiares de los desaparecidos de Ayotzinapa, sostenidas durante 6 años y cerrado con el broche de la descalificación al movimiento a unos meses de concluir su periodo. Claudia Sheinbaum Pardo, con la continuidad de reuniones sin respuestas certeras, sin avances, sin voluntad política de garantizar el derecho a la verdad, a la justicia y a ser buscado, con la apuesta por el desgaste los consiguientes 6 años.
Del otro lado de la balanza: Ayotzinapa logró en pocos días tocar corazones internacionales, movilizar conciencias en todo el mundo, ser espejo de indignación en jóvenes, campesin@s, universitari@s, personas mayores, mujeres, diversidades, geografías múltiples y culturas vastas. En tan solo meses los padres y madres se volvieron tíos, tías (figuras respetables y de sabiduría) en el movimiento social. Se volvieron hermanas y hermanos de lucha, ejemplo de inquebrantable dignidad.
Para ellas y ellos, nuestra deuda como sociedad y generaciones: porque los 43 normalistas son nuestros desaparecidos. Porque podrá pasar más de una década y nos seguirán faltando, porque ningún gobierno es digno de adornar su discurso con la palabra justicia mientras aquí abajo nos faltan 43 y sigue la cuenta pendiente: el día de verles regresar.
