Un joven entra en un supermercado en Omaha, Nebraska, ombligo de Estados Unidos, y abre fuego sobre los pasmados transeúntes. Lleva un rifle, pero lo que en verdad lo arma es un constante sentido de menosprecio, depresión y desesperación. Perdió su trabajo en un McDonald’s local y su novia lo dejó.
Esos dos jóvenes, el que fusiló a la gente en el centro comercial y el negro imaginario de esta historia, tuvieron su experiencia educativa bajo algo cínicamente llamado, “No Dejar Ningún Niño Atrás”.
Uno se pregunta — ¿cómo se podría dejarlos más atrás?
Un joven entra en un amplio centro comercial, sus corredores y tiendas llenas de consumidores buscando una ganga del Viernes Negro, consciente que jamás saldrá vivo de allí.
El otro se juega la vida en insensatas acciones pandilleras o en el negocio urbano de la droga, listo a matar o morir por una breve vislumbre de la vida que le fue negada desde hace mucho tiempo.
Se dice con frecuencia que los jóvenes se creen invulnerables e inmortales. Tal vez ese fue el caso en generaciones pasadas. Pero como lo muestran estos eventos, algunos jóvenes están tan alienados, tan perdidos, que anhelan la muerte como un escape de una vida que encuentran intolerable.
¿Qué dice eso de nosotros?
Desde el corredor de la muerte, soy Mumia Abu-Jamal.
Ensayo escrito 6 de diciembre de 2007.
Todos los derechos reservados 2007 Mumia Abu-Jamal
Fuente:
Texto Fatirah Litestar02@aol.com
Audio Prison Radio www.prisonradio.org
Traducción: kalo