La cara de la democracia en México / Sobre la militarización del pais

En los últimos meses ha empezado en México una cruzada en contra del narcotráfico. Estados enteros se encuentran completamente invadidos por cuerpos del ejército mexicano. Así Calderón, el nuevo ilegítimo presidente del país, cumple con su promesa de usar durante todo el sexenio al ejército contra el crimen. “Se va a gastar mucho dinero y se van a perder muchas vidas. Ya lo hemos dicho, el gobierno de Calderón no dará marcha atrás”, anuncia el secretario del gobierno una y otra vez.

Entre policías, soldados, sicarios de los narcotraficantes y simples civiles el número de víctimas los tres últimos meses ha superado las mil. En las calles sin pavimento de pueblos lejanos, salen comandos de las Fuerzas Especiales del Alto Mando vestidos de verde, con chalecos antibalas y los rostros cubiertos. Esas fuerzas especiales (Gafes sus iniciales) se crearon en 1994 a raíz del levantamiento del EZLN y son entrenados en antiterrorismo. Sin embargo, varios de sus elementos son los que hoy forman los grupos paramilitares y se encuentran metidos en la delicuencia organizada y en el narcotráfico más concretamente.

Uno de los grupos armados más violentos ligado al narcotráfico es el de “Los Zetas” que se encuentra en todo el territorio del país formado en su mayoría por ex militares de las Gafes. Ahora es un ejército poderoso de narcos con nuevos refuerzos y armamento sofisticado. Las denuncias no tienen fin. Diario se registran detenciones y cateos ilegales, torturas, robos. El gobierno ha perdido el control y muchas zonas de la República están dominadas por los narcotraficantes.

A principios de mayo, Felipe Calderón, creó un nuevo cuerpo militar integrado por 3 mil 500 elementos. Es un Cuerpo Especial del Ejército y Fuerza Aerea que se llama Cuerpo de Fuerzas de Apoyo Federal. Ese cuerpo militar será capacitado para el manejo de situaciones críticas de alteración de la paz social con el propósito de restablecer el órden público y el estado de derecho. Su intervención será por instrucciones del presidente de la república y su función es tan amplia que genera temor. La recuperación de la autoridad en condiciones de desestabilidad social, como ellos lo llaman, se hará con un despliegue militar.

Mientras tanto, una ley antiterrorista ya está lista en México y ya se aprobó por el Senado de la República. “Se impondrá pena de prisión de seis a 40 años y hasta mil 200 días de multa, sin prejuicio de las penas que correspondan por los delitos que resulten, al que utilizando sustancias tóxicas, armas químicas, biológicas o similares, material radioactivo o instrumentos que emitan radiaciones, explosivos o armas de fuego, o por incendio, inundación o por cualquier otro medio violento, realice actos en contra de las personas, las cosas o servicios públicos, que produzcan alarma, temor o terror en la población o en un grupo o sector de ella, para atentar contra la seguridad nacional o presionar a la autoridad para que tome una determinación”.

Pero alarma, temor o terror ya está produciendo la presencia del ejército el todo el país con el pretexto de la guerra contra el narcotráfico. También los que “presionan a la autoridad para que tome una determinación” son las elites económicas del país y del mundo que para nada se consideran terroristas. Como ya han señalado muchos, el terrorismo es una creación del poder mundial para descalificar ciertos grupos y para reducir la compresión y la solución de las inconformidades sociales. La ley antiterrorista en México abre las puertas en una represión contra procesos sociales que nada tienen que ver con el terrorismo.

Felipe Calderón marcha hacia un estado autoritario apoyado en la fuerza de las armas que tiene varios ejes de aplicación. Desde la guerra contra el narcotráfico hasta las comunidades en resistencia zapatistas en Chiapas, la delegación del EZLN que anda por el país, los presos y las presas de Atenco y Oaxaca, los campesinos organizados a lo largo del país y todas las demás resistencias sociales. Este regimen usa como fachada la democracia pero tiene escondida su cara fascista, la cara de un terrorismo del estado.

 

 

 

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