Organizan acciones vandálicas, asaltan comercios, transeúntes, pasajeros del transporte público y destrozan todo tipo de instalaciones. Dentro y fuera de las escuelas, se dedican a la extorsión y agresión contra estudiantes, al tráfico de drogas, robo de vehículos y autopartes, y al combate contra los colectivos estudiantiles, contra su propaganda y sus actividades políticas.
Utilizan palos, tubos, petardos e incluso armas de fuego, a veces como simples demostraciones de fuerza, otras veces para disputarse territorios, y en no pocas ocasiones para agredir a activistas y a organizaciones que sus jefes quieren eliminar.Además, realizan tareas más especializadas de provocación en marchas y actos políticos, tratando de desprestigiar al movimiento estudiantil y debilitar la conmemoración de fechas como el 2 de octubre y 10 de junio. También suelen encargarse de actividades de espionaje político. No tenemos por qué resignarnos a ser víctimas de estos grupos. Identificar a las organizaciones porriles, recurrir a la denuncia de sus agresiones, resistir colectivamente a través de volantes, periódicos murales, asambleas y acciones colectivas y organizadas, son algunas de las formas de lucha que han permitido al movimiento estudiantil hacerle frente a la lacra del porrismo.
El movimiento estudiantil, a lo largo de toda su historia, ha enfrentado a los porros con la movilización colectiva, dejando claro que estos grupos no son parte de las organizaciones estudiantiles, sino un instrumento de sus adversarios.