“San Pancho no se vende”: barrio indígena y colectivos protestan contra la gentrificación en Querétaro

La tarde del pasado viernes 8 de agosto, cientos de habitantes del barrio de San Francisquito —enclave popular e histórico aledaño al centro de Querétaro— se movilizaron para exigir un alto a los procesos de gentrificación que, denunciaron, son impulsados por la lógica del mercado inmobiliario y los intereses del capital privado. Frente a ello, afirmaron, seguirán “defendiendo nuestro derecho a existir y a habitar nuestro territorio”.

Fotografía: Laura Santos
Fotografía: Laura Santos

Convocados por la Confederación Indígena del Barrio de San Francisquito, vecinos y danzantes marcharon junto a un amplio contingente de jóvenes de distintos sectores sociales y colectivos de la ciudad. Con danzas, música tradicional y consignas como “San Pancho no se vende, se ama y se defiende” y “no es progreso, es despojo” cerca de 500 personas recorrieron el corazón del barrio, atravesaron la Alameda Hidalgo y avanzaron sobre la avenida Zaragoza, límite simbólico entre San Francisquito y el centro histórico.

Fotografía: Alejandro Mira
Fotografía: Alejandro Mira

Declarado recientemente como barrio indígena urbano —condición que comparte con otras comunidades de América Latina—, San Francisquito, o “San Pancho”, como lo llaman sus habitantes, mantiene una fuerte tradición otomí-chichimeca hoy amenazada por la especulación inmobiliaria, la turistificación y la mercantilización del territorio, como ha sido documentado por la plataforma Periodismo de lo posible[1].

Fotografía: Alejandro Mira

A diferencia de las recientes movilizaciones en la Ciudad de México —centradas en denunciar los efectos en el alza de rentas y los procesos de exclusión debido a la llegada masiva de extranjeros en zonas específicas de la ciudad—, la protesta en San Francisquito forma parte de una resistencia vecinal de más de una década contra políticas urbanas y proyectos privados diseñados para transformar el barrio en un espacio rentable para inversionistas[2], lo que advierten, implicaría la ruptura de su tejido social, cultural y una amenaza contra sus tradiciones:

“A pesar de que muchos capitalistas locales, mexicanos y extranjeros quieren transformar nuestro barrio para mercantilizarlo y enriquecerse, no podrán. Este es nuestro territorio sagrado. Llevamos generaciones venerando a Dios y a las ánimas de este lugar, cantando, danzando, orando y manteniendo viva nuestra tradición conchera. De aquí somos, aquí estamos y aquí seguiremos. Nos organizamos de forma horizontal y comunitaria, para construir autogobierno, recomponer el tejido social y hermanarnos concheras, concheros y demás habitantes de este hermoso barrio”, señalaron integrantes de la Confederación.

Fotografía: Alejandro Mira

Durante la última década, las movilizaciones y la organización vecinal en San Francisquito, encabezadas por sus confederaciones de danzantes, han logrado frenar diversos proyectos de “desarrollo”, obras viales e iniciativas privadas que pretendían intervenir en este territorio, reconocido como la cuna de la danza conchera. Entre estos se cuentan el llamado “Eje Vial Zaragoza”, el “Circuito Alameda”, el proyecto “BEMA”, entre otros.

A la protesta barrial se sumaron, de manera llamativa, distintos sectores de la ciudad: jóvenes afectados por la precarización laboral, desplazamiento por el encarecimiento de rentas y el costo de vida; colectivos estudiantiles, agrupaciones culturales, grupos propalestina y organizaciones ciclistas.

Fotografía: Alejandro Mira
Fotografía: Alejandro Mira

La presencia de estos sectores juveniles dio lugar a una protesta que articuló la defensa del territorio urbano con críticas abiertas al gobierno estatal y municipal, así como con demandas para frenar dinámicas de exclusión que dificultan habitar una de las ciudades más caras del país, autoproclamada modelo de bienestar social.

Fotografía: Alejandro Mira

Además de rechazar la gentrificación, las consignas señalaron directamente a proyectos oficiales como la iniciativa hídrica público-privada llamada “Batán: Agua para Todos” —que pretende potabilizar aguas residuales para consumo humano con un costo para los queretanos de 40 mil millones de pesos— y el llamado “Plan Orden” de extracción municipal, acusado por organizaciones de ser un instrumento de represión y de “limpieza racial” contra comerciantes indígenas en el primer cuadro del centro histórico.

Fotografía: Alejandro Mira

[1] https://linotipia.com.mx/san-francisquito-el-barrio-indigena-urbano-que-no-se-vende

[2] https://oem.com.mx/diariodequeretaro/local/habitantes-del-barrio-de-san-francisquito-danzan-en-contra-del-eje-vial-17876255

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