EN DEFENSA DE LA CAPUCHA

EN DEFENSA DE LA CAPUCHA

 

Hoy en día las personas que cubren su rostro en las manifestaciones sociales se han convertido en el nuevo foco de atención de los medios masivos de comunicación y de construcción ideológica del miedo a la protesta social. En estos días la palabra “encapuchados”, es suficiente para generar desconcierto, sospecha, descalificación y temor en cualquier noticiario o nota periodística, tal parece que han llegado a México las personas más peligrosas de la tierra, aquellas que no muestran su rostro y que bajo esa protección son capaces de producir la violencia más terrible que nos podamos imaginar.

Si nos quedamos en la superficie del caso, si solo analizamos este fenómeno bajo los parámetros que la estructura mediática e ideológica del poder nos pone sobre la mesa, es natural que criminalicemos a toda aquella persona que cubre su rostro en una manifestación pública, en cambio, si profundizamos en el caso y atravesamos la barrera mediática de los estos parámetros de análisis, podremos darnos cuenta que nos están viendo la cara (nunca mejor dicho).

 

La capucha como autodefensa

La capucha, la máscara, la careta o simplemente el cubrirse el rostro es un recurso muy viejo que ha sido utilizado por prácticamente todas las culturas del mundo. El cubrirse el rostro con una máscara ha sido motivo de ceremonias rituales, de carnavales o escenificaciones teatrales, más contemporáneamente este tipo de anonimato se ha utilizado como forma de protección ante un sistema que nos vigila constantemente. Cuando pensamos en una mujer o un joven que cubren su rostro al asistir a una manifestación pública, pensemos que esta gente en primer lugar está cuidando el secuestro de su imagen, vivimos en un estado represor, que hasta la fecha lleva aproximadamente 30 000 personas desaparecidas. Como en otras dictaduras, la nuestra tiene a su cargo nutridos equipos de “inteligencia” que se dedican a monitorear a toda persona que piensa o actúa de manera diferente al gran poder ideológico, si además esta persona deja de manifiesto su descontento en un espacio público y se dedica comunicar su forma disidente de pensar o actuar en colectivo, entonces está en peligro latente.  No podemos desviar la mirada, hay personas que cubren su rostro para no ser identificadas, para no ser perseguidas o señaladas por los cuerpos represivos del estado, la capucha en este sentido es una estrategia de autodefensa, una pequeña canoa que se construye para atravesar los agresivos ríos del espionaje y la desaparición forzada.

Algo que tampoco es nuevo es la apropiación de las estrategias ciudadanas por parte del estado y el poder, ¿cuántas veces hemos visto en televisión comerciales que muestran imágenes de manifestaciones públicas y las utilizan como propias?, ¿cuantas veces un político utiliza los mismos argumentos de los reclamos sociales para confundirnos y hacernos creer que piensa como la gente?, ¿cuándo Peña Nieto dice que él también es Ayotzinapa, acaso no está utilizando nuestras palabras para su propio beneficio? A la capucha le pasa lo mismo, el poder al darse cuenta de la utilización por necesidad de este recurso por parte de la gente, repite la acción y efectúa el plagio de la estrategia. El poder se encapucha y los cuerpos los ponen policías, militares, reporteros de televisa o servidores públicos con el único fin de confundir los movimientos sociales. El poder se mimetiza y entonces desde nuestros adentros nos inyecta el veneno. El poder también utiliza la capucha como autodefensa, pero de la nueva comunicación autogestiva expresada en redes sociales con fotos y videos ciudadanos.

 

La capucha como distractor

El país está en crisis, tenemos problemas de fondo que en ocasiones nos matan lentamente y en ocasiones nos asesinan con torturas botando nuestro cuerpo hecho pedazos a cualquiera de las miles de fosas que hay en este territorio. La pobreza, la falta de educación, la venta indiscriminada del territorio, la corrupción en todos los niveles, el saqueo de recursos naturales, el machismo enraizado, la tiranía de la televisión, la radio y la prensa escrita pagada por intereses económicos son solo algunos de los problemas que nos acechan a cada paso que damos, volteamos a un lado y vemos un periódico que en la portada muestra a un descabezado al lado de una mujer mostrada como objeto sexual, volteamos al otro y vemos a la gente que espera horas por un servicio de salud deficiente, miramos a otro lado y vemos a las escuelas rurales en las cuales se tiene que utilizar carbón sobre una tabla a manera de pizarrón, no podemos avanzar ni a la esquina sin que nos demos cuenta de lo mal que esta el país. La capucha utilizada por los medios masivos es un distractor de todo lo anterior, basta presentar una imagen en televisión de una persona con el rostro cubierto en medio de una manifestación pública para que toda la realidad se nuble, si a esto le agregamos un fondo musical de cualquier película de terror o de suspenso el mensaje se agudiza y el discurso se concentra emocionalmente en depositar nuestro miedo a la imagen de estas personas que no muestran el rostro.

Nos tratan como animales a los cuales nos educan a base de distractores, así como a un cerdo podemos llamar su atención con un pedazo de comida, los medios masivos de comunicación nos presentan jugosos pedazos de carne o verdura en forma de capuchas, así pueda estar desmoronándose el país por un lado, nos hacen voltear al otro para ver la capucha, así pueden está aprobando leyes injustas como si fuesen enchiladas, nos hacen voltear al otro lado para ver a capucha, así pueden secuestrar a jóvenes, torturarlos, robarlos, y matarlos, nos hacen voltear al otro lado para ver la capucha.

El poder está utilizando la capucha como un símbolo distractor, lo ha contaminado de sus propios significados y nos lo devuelve sucio, podrido y descontextualizado. La capucha es un distractor que utilizado en manos del poder hegemónico significa todo lo contrario que lo que significa para la ciudadanía que la porta.

 

Las verdaderas capuchas

Si hablamos de capuchas entonces centremos nuestra atención en las verdaderas capuchas, aquellas que realmente enmascaras a las personas más peligrosas del país, a las que nos han hecho los mayores males de los que tengamos memoria, las que se esconden una y mil veces en su grandísimas capuchas. Si hablamos de capuchas, entonces miremos los rostros que son las verdaderas capuchas, miremos los rostros de estas personas que tanto nos han mentido y humillado por décadas.

Bajo la ideología mediática del poder, el cubrirse el rostro en una manifestación pública es sinónimo de peligro y posibilidad de violencia, bajo la ideología crítica ciudadana deberíamos ver que quienes son un verdadero sinónimo de peligro y que generan la mayor violencia del país no se cubren la cara, muestran su cara tal y como es, la vemos tan nítida como la mejor fotografía del mundo, la exhiben una y mil veces en televisión, en campañas políticas y publicidad de todo tipo. Son estas las verdaderas capuchas, los rostros humanos de políticos, sicarios, narcotraficantes, comunicadores y demás personas obedientes al poder.

Analicemos los actos violentos que efectúan las y los encapuchados de las manifestaciones públicas, la mayoría se reducen al agravio de bienes materiales de organizaciones gubernamentales o empresas privadas, salen a relucir vidrio rotos, autos incendiados y edificios pintarrajeados y entre otras acciones por el estilo. Por otro lado, analicemos las acciones de las personas del poder que no tienen el rostro cubierto, sino que portan la capucha que es su rostro descubierto, esta gente que “da la cara” y te mira de frente ha aprobado leyes que colocan al campo mexicano en una desventaja enorme en relación con Estado Unidos y Canadá, ocasion
ando la pobreza extrema de miles de personas, ha contribuido con una guerra entre carteles que asesina cada día a decenas de personas en todo el país, favorece un rezago educativo que produce que la mayor aspiración de mucha gente sea trabajar bajo el cobijo de una empresa o institución aunque este en juego su felicidad de por vida, te mienten con la mano en la cintura con una cara amable como la de los y las conductoras de los noticieros convirtiéndote en una persona sin opinión ni voluntad, te secuestran en la calle sin necesidad de cubrirse el rostro, te desaparecen sin necesidad de cubrirse el rostro, te extorsionan y te amenazan en las mismas instalaciones de las instituciones de impartición de justicia sin cubrirse el rostro.

¿Quiénes deberían entonces inspirar sospecha?, ¿quiénes encarnan en realidad la verdadera capucha?, ¿quiénes se esconden bajo la actuación de un personaje caracterizado por un rostro? Como estudió Erving Goffman en su libro La presentación de la persona en la vida cotidiana (Goffman, 1997), las personas aprenden a manipular su comportamiento no verbal ante otras personas para causar en ellas efectos deseados o impresiones esperadas, las personas actúan dependiendo las situaciones, la mentira y la escenificación son acciones recurrentes. Y más aún en el mundo de la vida política, ¿cuantas veces un candidato te ha mirado a los ojos directamente o a través de una pantalla y con una cara de sinceridad te ha prometido que todo mejorará?, te miente, ¿cuantas veces haz visto los rostros de las y los pseudo artistas de televisa para platicarte las bondades del Teleton y su espíritu altruista?, te mienten.

El poder con sus aparatos ideológicos ha logrado cambiar el significado que la ciudadanía y la cultura popular ha depositado al hecho de cubrirse el rostro, ahora nos toca volver a deconstruir su significado y ver al rostro como la capucha por excelencia, ver en la cara de las personas que nos pisotean como las verdaderas capuchas que inspiran miedo y sospecha.

 

El uso rebelde de la capucha

Si nos vamos al diccionario, Rebelde significa “Que, faltando a la obediencia debida, se rebela (? se subleva).” (Real Academia Española, 2oo1). Si pensamos que el poder nos oprime y nos lastima, entonces pensemos que la rebeldía no es más que un acto de justicia y consciencia, bajo este entendido podemos situar el uso de la capucha que va en contra de la ideología hegemónica del poder. Ahí tenemos a los luchadores con sus máscaras, a las personas del sector salud con sus cubre bocas, a los parachicos, a los chinelos, a las tantas danzas rituales con sus innumerables caretas, a los carnavales con sus antifaces, a las y los artistas con sus performances, el colectivo arte acción, a las niñas y los niños cuando salen disfrazados en un festival, a la prolífera utilización de la máscara de Guy Fawkes que aparece en la película V de Vendetta, a las Pussy Riot, a las Guerrilla Girls, a Lost Acapulco, al teatro griego con sus personajes enmascarados, a Super Barrio, a Peatonito, a Daf Punk, a Bansky y a la lucha zapatista.

La lucha zapatista es tal vez el ejemplo más contundente del uso rebelde de la capucha, “La lucha zapatista se dió cuenta muy pronto que el espectáculo y la ficción es la forma de operar de las representaciones de nuestros tiempos, la verdad es un artificio para quienes la relatan en los medios masivos de comunicación. Sabiendo el artificio, la lucha zapatista decide cubrir su rostro para hacerse visibles, se puso el pasamontañas como una estrategia decolonial, si antes no querían ver a los ojos los rostros indígenas ahora los verán pues son lo único que se asoma detrás de un pasamontañas que elimina los rasgos faciales que han provocado rechazo, o miedo, o vergüenza. La lucha zapatista se cubre el rostro y convierte el pasamontañas en un símbolo, como lo hicieron las madres de plaza de mayo con su pañuelo blanco, a partir de este momento como tiempo después lo hiciera la máscara de Guy Fawkes, el rostro zapatista no es uno, es todos los rostros, es la multitud indígena, es miles de personas originarias de diferentes lenguas, diferentes creencias, diferentes ideas, diferentes vidas, pero desde ese momento un mismo rostro rebelde.” (Zapata, 2014).

Los pasamontañas zapatistas lograron derribar las murallas ideológicas del poder con respecto a la capucha y construyeron unas más altas con sus propios significados, hagamos lo mismo, la capucha está secuestrada por el poder, como los 43 normalistas de Ayotzinapa, como las miles de personas desaparecidas que nos faltan, démonos cuenta del engaño y miremos a donde realmente están los problemas, la capucha no tiene un poder mágico capaz de hacer delincuente a quién la porte, los rostros destapados de las poder causan más daño.

 

Bibliografía

Goffman, Erving, 1997. La presentación de la persona en la vida cotidiana. Buenos Aires: Amorrortu editores.

Hernández Alpízar, Javier, 2014. Zapateando: El macartismo de la clase media progre. [En línea]
Available at: http://zapateando.wordpress.com/2014/12/03/el-macartismo-de-la-clase-media-progre/

Real Academia Española, 2oo1. Diccionario de la Lengua Española. Vigésima segunda edición ed. Madrid: ESPASA.

Zapata, Olar, 2014. ¿Cambiar identidades para cambiar imaginarios urbanos? desenmascarando máscaras humanas, México: UAM Azcapotzalco.

 

 

 

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