¡Contra la torre Mitikah!: una inusual batalla de rap

La metrópoli agoniza y sus síntomas son visibles: movilidad violenta, tierra agrietada, velocidad irreflexiva, falta de aire, deshidratación.  Es un domingo de torneo. El ganador de la batalla es Maquiavélico Laas, rapero de la Ciudad de México que cerró la noche con un mensaje dirigido al presidente del país.

 

Es 20 de noviembre. En las plazas ubicadas en Coyoacán y Benito Juárez, cientos de personas buscan la oferta del año por “el Buen Fin”, el tránsito vehicular es cargado e inmóvil y a lo lejos suenan los vehículos que buscan llegar a su destino, salen de estacionamientos subterráneos y casi arrollan a las personas que transitan a la orilla. 

En las entrañas de la torre, raperas y raperos lanzan rimas, se esfuerzan, toman el micrófono y mueven las manos, recurren a la palabra como expresión artística y como vehículo de protesta. El jurado calificará su habilidad para denunciar la construcción de la torre Mítikah, que se instaló en la entrada del pueblo Xoco sin el consentimiento de las personas habitantes y ha generado que la calidad de vida sea cada vez peor.

Las batallas de freestyle normalmente son calificadas por la competencia de personas raperas que sobre un escenario improvisan y hacen uso de su habilidad con las rimas y los ritmos. Esta práctica usualmente está basada en la humillación o el insulto hacia la otra persona. Pero este no es un domingo convencional y algo distinto sucede en la puerta del este cilindro azul.

Raperos improvisan con objetos proporcionados por el público

DeBatl es el nombre de este concurso y es su segunda emisión. El evento descuadra la dinámica citadina y la del rap mismo.  El primero fue para denunciar el proyecto de ampliación del Estadio Azteca. 

“En esta crisis humanitaria es muy importante que el arte sensibilice, porque existe un aparato que puede decir que [el mundo] es así y que hay que aceptarlo, pero creo que no debemos aceptarlo. Como hiphopas somos parte [y contribuimos] desde el eco que podemos generar como raperas” dice Amenic, integrante de la colectiva Batallones Femeninos y de esta iniciativa.

El torneo de Freestyle se celebra. Se logra construir una atmósfera que por un momento parece dibujar otro tipo de ciudad. Pero el incesante flujo de personas define y recuerda en qué parte del mapa se encuentran los pies de quienes asistieron a este torneo de freestyle.

Las personas se convierten en lanzadoras de sílabas. El rapero Wu kong es el host (animador). Da la pauta para que resuenen las frases. Mueve las manos, salta y canta, está hecho de energía: “De arriba a abajo, de arriba a abajo y se la damos en tres, dos, uno, tiempooo”:

  • “Quieren que corten a los árboles, porque quieren que olvide mis raíces”
  • A mí no me van a dar una plaza, porque jamás he sido un raperito de marcas.
  • Aquí no vamos a ganarles con ofensas, enseñaremos cómo el pueblo se respeta. 
  • La pregunta del millón no es, ¿de quién es la pinche agua?… ¿Quién chingados permitió que la embotellaran?

El público alza las manos, marca las frases y responde a la invitación:

-“Yo te digo ciudad , tú me dices mercancía. Ciudad”

-Mercancía

-Ciudad

-Mercancía

El rapero prosigue: “porque tu puerta está llena, pero tu alma está vacía”. Gira su torso y señala la puerta de Mítikah que tiene una inscripción en letras doradas de Palacio de Hierro. 

¿Qué sucede cuando la creatividad y la rima se utilizan para denunciar algo? ¿Qué pasa cuando la palabra es para generar cambios? se pregunta Wu Kong y responde inmediatamente: “Debatl es una propuesta interesante y necesaria. Existen torneos en donde se dicen cosas divertidas, pasas un buen rato, pero yo al menos como rapero creo que tener la palabra implica una responsabilidad. Dar un mensaje es lo más importante”.

Los cinco jueces fueron elegidos estratégicamente para velar por el mensaje crítico y la habilidad en la música: Fernanda Lara, escritora e investigadora; El Mastuerzo, músico y compositor; David D Omni, rapero cubano; Silvia Emanuelli, investigadora en Derechos Humanos y  Álvaro Rosales, representante de Xoco. 

Durante el evento, el pueblo de Xoco manifiesta su desacuerdo con el Programa General de Ordenamiento Territorial (PGOT) y contra la gentrificación. En el mes de noviembre obtuvo una resolución favorable que ordena al Congreso de la Ciudad de México y a la Secretaría de Pueblos y Barrios Originarios y Comunidades Indígenas Residentes (SEPI) que se abstengan de cometer cualquier acto de despojo, señala su abogado, Arturo Aparicio. 

Es urgente democratizar el debate sobre la ciudad que queremos. El permanecer en la ciudad y no ser expulsados. Además de las 20 mil personas que son desplazadas cada año -según cifras oficiales- el programa de reordenamiento ubicará a personas que tienen que irse de la ciudad porque no pueden pagar la vivienda. Se trata de otras 7 mil personas orilladas a vivir en asentamientos precarios, señala Sivia Emanuelli e invita: “Es necesario unir todas las luchas”. 

La noche cae, en el piso yace la intervención realizada por un grupo de artistas. Sofia Riojas lo explica:  “Realizamos intervenciones en el espacio público con opinión de lo que significa el territorio. Restauradoras con Glitter es cuestionar discursos hegemónicos de territorio e imagen que nos venden en las ciudades donde habitamos”.

Paradójicamente, Mítikah significa Ciudad Viva, señalan los habitantes. Un muro les divide: de un lado el pueblo de Xoco y del otro el edificio más alto de la gran urbe. De un lado la resistencia histórica, la colectividad y el arraigo ante la gentrificación; del otro lado la competencia, el despojo y una irracional obsesión por destronar a otros rascacielos para convertirse en el edificio más grande de América Latina. Una lucha de poder basada en la destrucción.

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