Los colores de una ceremonia nahua para expulsar a la mina

Cuentepec, Morelos

Un sonido similar al del viento cuando sopla fuerte emana desde una esquina de la palapa. El sudor se apodera de los cuerpos. Es abril de 2022. La temperatura es naranja. Alrededor se concentran breves murmullos. Un golpeteo constante y grave marca el ritmo. El sonajero (ayacaxtli) se parece a las semillas cuando chocan entre sí y las voces dan las gracias a la tierra:

A nuestras mujeres guerreras, las que murieron en parto. Nuestras abuelas. Queremos dar gracias por los acuerdos tomados. Que sean ustedes las que abran los caminos, las que repartan, las que nos guíen.


Los espirales de humo ascienden desde el piso hasta el techo una y otra vez. Al fondo una leyenda anuncia la decisión de asamblea más importante del día: «No a la mina». Horas antes las manos alzadas votaron porque en Morelos no quieren presencia de proyectos de extracción de minerales. Después de dos días de reflexiones sobre las consecuencias de salud, ambientales, sociales y comunitarias, los pueblos decretaron su determinación.


La ceremonia sigue su curso. Giran del oeste al este. Colocan las manos en dirección al cielo cada vez que dan la vuelta. Esta vez no es para votar, sino para agradecer y ratificar su defensa de la tierra. Un contraluz con amarillo al fondo deja ver las siluetas de los cuerpos de las personas que hablan y se conectan con la naturaleza:
Gracias al rumbo norte. El rumbo de las tradiciones milenarias, gracias por los acuerdos. Gracias a los alcaldes que asistieron, a las personas que vinieron para que se tome conciencia sobre la vida, la tierra, el mar. Damos gracias con toque de caracol.


Suena de nuevo ese agudo que se parece al viento cuando le da por cantar. A la nariz llega el copal y el incienso. Si los sentimientos tuvieran olor sería el de las flores y las frutas maduras; el de la tierra cuando las nubes lloran sobre ella. Las voces se quiebran por segundos, pero recuperan su firmeza casi inmediatamente:

El color azul de la fuerza de voluntad. Gran color del poder donde están las aguas. Agradecemos desde este corazón de los pueblos ese amor que nos da la madre tierra. Agradecemos humildemente y pedimos al mundo espiritual que nos cubra, nos de fuerza y conocimiento para continuar adelante en esta lucha.


Las mujeres y hombres nahuas ceden lo que tienen. En el piso yacen las mazorcas moradas y amarillas. Ahí ofrecen el toque del caracol, el agua y un poquito de su espíritu.

Las personas nahuas alzan el humo que emergente sube en hilitos desde una silueta redonda de barro. Hay fuego en el interior. Cierran los ojos, parece como si coordinaran sus pensamientos. Algo sucede dentro. Flexionan las rodillas, bajan las piernas y en el piso continúa la petición.
El sonajero resuena, se esparce en el aire. Una mujer mueve las manos. Sostiene ese instrumento café a tan solo unos centímetros del piso, como si su pretensión fuera que llegue a la profundidad y que la tierra se de por enterada que en este día se tomó la determinación de defenderla. Es domingo 24 de abril de 2022.


Una mujer adulta toma el agua con las yemas de los dedos y la libera suavemente sobre las mazorcas que ofrendaron en un acto de gratitud: «tlacotamatzin», dice.


Alejandra, mujer que organizó gran parte de la asamblea, tiene el respaldo comunitario, la admiración y la gratitud: “Estamos a tu lado, vamos detrás de ti”, le dicen sus familiares y vecinas. Se asoman breves lágrimas. Cierra los ojos un instante:
Mi corazón está muy contenta, muy emocionada, sabemos que vienen muchos trabajos más. Ha sido muy pesado, mucho cansancio, pero es la prueba de que los pueblos si se unen podemos seguir existiendo aunque nos quieran eliminar. Nos vamos a seguir defendiendo, pero unidos, no divididos. Gracias a quien hizo lo posible por estar aquí. Esta primera asamblea la han hecho todos ustedes.


Mientras esto sucede, a no más de diez metros sobre una mesa blanca las autoridades reafirman su decisión: Los pueblos nahuas decretan que sus territorios son libres de minería, por lo que la empresa canadiense Álamos Gold no tiene permiso de instalarse sobre sus casas, ni de explotar su agua. El proyecto representa una amenaza para la subcuenca del Río Apatlaco, la cuenca del Río Amacuzac y el Acuífero de Cuernavaca.

“La Madre Tierra, la vida que de ella se nace y nuestros territorios son sagrados para nuestro pueblo, para su historia y su memoria, así como para todas nuestras generaciones pasadas, presentes y futuras. En consecuencia, se prohíbe la minería en los territorios sobre los que el pueblo nahua del estado de Morelos guarda una ocupación tradicional, lo anterior con independencia del régimen de propiedad que pueda existir en dichos territorios” dice el primer artículo del decreto de los pueblos nahuas de Morelos, acuerpados por el Congreso Nacional Indígena (CNI).

Cantan para dar cierre:
“Yo quiero elevar mis cantos
que se vayan allá al cielo
Yo quiero elevar mi poesía
que dejaron mis abuelos”.

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