A 80 años de la revolución libertaria de 1936

Este 19 de julio del 2016 se cumple el 80 aniversario de que “iniciara” la Revolución Libertaria de 1936, cuando en las tierras dominadas por el Estado español, los y las obreras –en un primer momento en Barcelona- con sus organizaciones revolucionarias –especialmente anarquistas y anarcosindicalista- salieran a la calles y tomaran la ciudad en sus manos, levantando barricadas y asediando los cuarteles militares ante la intentona del Ejército Nacional español de darle un golpe de Estado a la República, e imponer el fascismo.

En esas tierras, los procesos de organización obrera y campesina de signo anarquista venían de una arraigada tradición de lucha que se remonta de manera directa por lo menos hacía finales de la década de 1860 cuando llegan los emisarios del ala federalista de la Internacional. A partir de ese momento comienza una rica historia de esfuerzos organizativos obreros y campesinos guiados por el anarquismo. Posteriormente, saliendo de duras épocas de represión, comenzando el siglo XX el anarquismo en esas tierras aposto al trabajo cultural anarquista, es decir a construir entre obreros y campesinos una cultura libertaria, que hiciera posible la construcción de procesos anárquicos organizativos y de lucha que se materializaron de manera importante hacia 1909-1910 cuando se constituye la Confederación Nacional del Trabajo.

La CNT, una organización obrera anarquista que se alimentó de las propuestas del sindicalismo revolucionario, y de la propia experiencia organizativa de obreros y obreras en esas tierras, constituye un modelo de anarcosindicalismo, que pronto fue adquiriendo fuerza entre la población obrera y campesina. A la par de la CNT, en 1927 se constituye la Federación Anarquista Ibérica, órgano específicamente anarquista que se mantendrá siempre estrechamente relacionada a la CNT, levantando un fuerte movimiento obrero cada vez más masivo, más profundo que se esparció por aquellas tierras “españolas”, no sin enfrentar duros procesos represivos en su contra, en especial en la década de 1920.

En la década de 1930, el movimiento anarquista, fuertemente constituido por la CNT, la FAI y las Juventudes Libertarias, tenía ya una muy importante presencia entre la población obrera y campesina. Hay quien plantea que antes de 1936, contaba la CNT con alrededor de 1 millón de afiliados, mientras que otros señalan que la cifra rondaba los 3 millones.

En febrero de 1936, los partidos de izquierda (Frente Popular) habían logrado ganar las elecciones nacionales, derrotando al Frente Nacional, constituido por los partidos de derecha. Si bien la CNT no participó en el Frente Popular, el voto de sus militantes si fue importante para que la república pudiera triunfar en las elecciones, ciertos de que si llegarán los fascistas al poder, la situación sería más difícil para las organizaciones obreras y revolucionarias. Con el triunfo de la república, y en especial con los ánimos levantados entre obreros y campesinos, que empujaban por no conformarse con el triunfo de los partidos de izquierda y avanzar en pos de una revolución social, los partidos de derecha vieron fuertemente amenazados sus intereses, y tramaron un golpe de Estado contra la república, orquestado por los militares acantonados en el protectorado español de Marruecos.

El levantamiento de los militares fascista comenzó entre el 17 y el 18 de julio de 1936, y pretendía en unos días tener el control de todo el territorio. Las noticias del levantamiento militar sonaban claras, pero el gobierno republicano prefirió ignorar las advertencias que las organizaciones revolucionarias, en especial las anarquistas le hacían llegar, pidiéndole armas para enfrentar la amenaza. El gobierno de la república le temía más al pueblo y sus organizaciones sindicales y revolucionarias anarquistas en armas, que a los propios militares.

Los órganos anarquistas no se quedaron inmóviles. Se prepararon lo mejor posible para detener el golpe militar en cuanto este se asomara; prepararon la huelga general inmediata; requisaron algunas armas; vigilaron los cuarteles militares; organizaron grupos de defensa obrera.

Llegado el momento en que los militares intentaron asomarse fuera de los cuarteles para imponer su fuerza fascista, el gobierno de la república y los partidos políticos republicanos y socialistas se quedaron inmóviles, y el golpe militar avanzó en diferentes territorios; pero en Barcelona se encontrarían con una organización obrera anarquista que estropearía sus planes.

Sonaron las sirenas de las fábricas, para anunciar la huelga general, los y las obreras, y sus organizaciones anarquistas salieron a las calles, colocaron más de mil barricadas por toda Barcelona y fueron concentrándose en puntos estratégicos para enfrentar a los militares. Comenzó la batalla. Los y las obreras, mal armados, con cierta experiencia en la lucha callejera, salieron masivamente a asediar los cuarteles, derrotando a los militares en unos y en otros, no sin dejar en el camino muchas vidas truncadas. Al final, el día 20 de julio, después de más de un día de combates intensos lograron derrotar el golpe militar y la ciudad fue enarbolada por las banderas rojinegras de la CNT y de la FAI. Ante ese ejemplo, otras ciudades de “España” siguieron ese camino y salieron a enfrentar a la militarada, logrando derrotar el golpe en al menos la mitad del territorio español.

“España” quedo dividida en dos, una parte en manos de los militares fascistas, otra en manos de la república, y en muchos lados de ésta, en manos de los obreros y campesinos. Comenzaría lo que se ha conocido como la guerra civil española, que sería el enfrentamiento militar entre la república y los fascistas.

Pero dentro de esto, a la par, se desarrolló una de las más grandes epopeyas libertarias: la revolución social.
Para obreros y campesinos anarquistas –y también no anarquistas- defender la república no era el objetivo, sino construir la revolución social libertaria: transformar diametralmente la vida social, erradicando la dominación política y la explotación económica.

La revolución libertaria de 1936 es un proceso más profundo que la propia guerra civil, pues era la apuesta de la población obrera y campesina, mientras que la guerra civil era la apuesta de los partidos políticos de izquierda, y buscaba reinstaurar el poder del Estado y el gobierno republicano, y la democracia burguesa.

Obreros y campesinos aglutinados en sus organizaciones –especialmente de tendencia anarquista- comenzaron a echar a andar los servicios básicos autogestionados; socializaron las fábricas; colectivizaron los campos. Llevaron a cabo un intenso proceso de experimentación social y económica, donde la explotación y la dominación no estuvieran y no pudieran estar, y para lograr esto tenían que derrotar a los militares fascistas y anularlos, y también tuvieron que enfrentar a la propia república, a su gobierno, a sus partidos de izquierda. Tuvieron que organizar para partir en auxilio de la población ahí donde el fascismo había triunfado, organizaron columnas no de un ejército profesional, sino de milicianos y milicianas, obreras y campesinas en armas que hacían la guerra y la revolución al mismo tiempo.

Poco a poco el gobierno republicano fue nuevamente tomando forma y control de la situación política. Los partidos socialistas en general mantenían su idea de asegurar la democracia burguesa, incluyendo al Partido Comunista Español, que poco a poco –a pesar de ser minúsculo socialmente- comenzó a escalar en posiciones d
e poder dentro del gobierno y el ejército republicanos. El Partido Comunista, en medida que en escaló en los escaños del poder político y militar comenzó a atacar, primero veladamente, luego abiertamente los procesos revolucionarios que obreros y campesinos estaban llevando a cabo. Primero les negó armamento y pertrechos de guerra, marginando a las milicias obreras y campesinas y a sus organizaciones que no aceptaran los dictados del Partido, posteriormente ejecutó ataques frontales: ilegalizó organizaciones, disolvió por la fuerza militar columnas milicianas, prohibió las publicaciones que le eran críticas, encarcelo a dirigencias de dichas organizaciones, asesinó a obreros y campesinos.

Esta escalada contrarrevolucionaria llevada a cabo por el Partido Comunista Español y el gobierno de la república se descaró en mayo de 1937, cuando intento apoderarse de edificios desde donde sesionaban las organizaciones anarquistas (CNT-FAI) en el corazón de Barcelona. Los obreros tomaron nuevamente la ciudad, se esparcieron las barricadas. Los y las anarquistas defendían sus organizaciones, los comunistas y el gobierno buscaban implantar su poder político sobre todos. La contrarrevolución comunista se había descarado.

A partir de entonces las organizaciones anarquistas y otras de tendencia marxista no estalinistas tuvieron que enfrentar campañas de desprestigio, ilegalización, persecución, volvieron a las calles las guardias de asalto y las policías secretas. Los y las obraras revolucionarias tuvieron que enfrentar al mismo tiempo a los militares fascistas, y al gobierno de la república en manos del Partido Comunista, y a la par intentar mantener los procesos revolucionarios que comenzaron a construir en julio de 1936.

La contrarrevolución comunista y republicana fue asentando golpes a la revolución social. Se disolvieron los comités obreros que habían socializado las fábricas, disolvieron a punta de balas las colectividades campesinas, fueron imponiendo por el chantaje armamentístico o por la fuerza militar la militarización de los órganos de combate obreros y campesinos que se organizaban como milicias populares. La contrarrevolución fue avanzando, diezmando el espíritu revolucionario que había logrado mantener a raya al fascismo español que venía fortificado por fuerzas alemanas e italianas.

A pesar de todo, las columnas anarquistas no dejaron de combatir al fascismo, no abandonaron los frente de batalla, pues nada era peor que dejar avanzar a los militares fascistas, sin embargo la contrarrevolución comunista había mermado la fuerza popular y la voluntad revolucionaria, que era la única manera de derrotar al ejército fascista. La república fue perdiendo terreno poco a poco.

Conforme los fascista avanzaban, el gobierno y los comunistas se retiraban hacia un lugar seguro (Valencia), mientras que los combatientes obreros y campesinos anarquistas se mantenían en el frente de batalla, aún cuando sabían que la batalla estaba siendo perdida, pero se quedaban para proteger a la población local, y cuando se retiraban, las columnas anarquistas fungían como un órgano de contención para permitir en medida de lo posible que la población pudiera retirarse a salvo, repeliendo en la retaguardia de la retirada a los fascistas.

Llegó el momento en que la situación estaba claramente perdida. El avance fascista se aceleraba, el gobierno republicano y el Partido Comunista comenzaba a planear como sacar a sus dirigencias hacia lugares seguros, mientras que los órganos anarquistas organizaban la retirada de la población desarmada, hacia Valencia o hacia Francia, en donde eran internados en campos de concentración. La guerra civil se perdió en el momento en que el gobierno de la república y el Partido Comunista habían emprendido su batalla en contra de la revolución libertaria, y esta derrota seria total en abril de 1939 cuando el General Francisco Franco anunciará el triunfo de las Fuerza Nacionales, e implantara un régimen fascista que duraría hasta la década de 1970.

La batalla de los órganos anarquistas no terminó en 1939, continuó en diferentes formas, tanto desde el exilio, como con los grupos guerrilleros antifranquistas que operaban dentro de “España” durante la década de 1940-1950.

La historia y la experiencia social que se llevó a cabo durante la revolución libertaria, es una epopeya popular, campesina y obrera, que amerita la pena conocer y reconocer. Los experimentos autogestivos masivos que se dieron y funcionaron, deben ser un aprendizaje histórico para todo aquel que piense en la libertad, que se postule en contra de la dominación y la explotación. Las traiciones que el gobierno de la república y el Partido Comunista ejecutaron en contra de obreros y campesinos también debe servir como aprendizaje histórico de cómo el poder y la dominación nunca podrán engendrar libertad y justicia social, sino que éstas tendrán de germinar desde abajo y hacia abajo, desde la propia gente, sin postular órganos de dominación política como lo es el Estado.

Habría otros aprendizajes. Los procesos revolucionarios, cuando son revolucionarios no son tersos, y la pureza ideológica se derrumba por uno u otro lado. La fuerza de los acontecimientos siempre Rabasa a las propias organizaciones revolucionarias, y justo es ahí cuando la revolución emerge, pero también pone a prueba la experiencia de los y las de abajo, pues el camino está lleno de contradicciones que no es fácil sortear. La misma CNT, sus comités dirigentes no pudieron escapar a estas contradicciones, al aceptar la alianzas que se hicieron inevitables con las otras fuerzas políticas y republicanas, y los llevo a la participación dentro del gobierno.

Sin embargo, los procesos revolucionarios emergieron aun teniendo todo en contra. Enfrentando a numerosos y poderosos enemigos, tanto del lado fascista, como del lado republicano, e incluso enfrentando las contradicciones que se hicieron presente dentro de los propios órganos de dirección de las organizaciones anarquistas como la CNT y la FAI.

Entender el contexto, las circunstancias, las contradicciones, nos debe ayudar a entender el proceso, y volver esas experiencias un aprendizaje, que va más allá de levantar sentencia y condenas.

Con todo y todo la revolución libertaria de 1936, es una de las historias en pos de la libertad que ameritan ser conocidas, reconocidas, entendidas, y sin embargo por la acción de la historiografía oficial de derecha e izquierda es uno de los procesos más desconocidos por propios y extraños.

Desde acá, como anarquistas, nos parece urgente conocer esta –y otras- historias que nos lleven a abrevar experiencias de la historia, más que para levantar condenas, para levantar entendimiento de lo que implica un proceso revolucionario y libertario, siempre convulso, pedregoso, pero que es posible y se vive más allá de los combates frontales, en medida en que abajo se construyen procesos libertarios, en los cuales hombres y mujeres seamos capaces de apostar por nuestra historia, nuestras decisiones, por la libertad, buscando construirnos en una dinámica donde la dominación y la explotación no encuentre cabida.

Y en este sentido, rendir también homenaje a esa historia a 80 años de su gesta, a los hombres y mujeres que dieron la vida y la muerte por hacerla posible, y que la empujaron con el pecho desnudo, con el corazón anárquico palpitante en las manos, junto a los sueños de libertad, mediante sus propias acciones y pasos.

Salud, libertad y que viva la revolución social.

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