Rompiendo el sitio. La batalla de Huajuapan. 6 de junio de 2015.

En la radio ñuu sabi los llamados de alerta no cesaban. El 90.1 de FM esparcía la zozobra por la localidad, el sindicato de docentes más fuerte de américa estaba en alerta máxima. Los locutores de la radio magisterial pedían que el pueblo se solidarizara con sus compañeros, era necesario reforzar el campamento que desde el 1 de junio mantenían alrededor de las oficinas del INE local.

Dieron las diez de la noche y se confirmaba lo temido; miles de efectivos del ejército, la policía federal y la recién creada gendarmería avanzaban en convoys rumbo a Oaxaca, las autoridades federales iban a silenciar a sangre y fuego las protestas sindicalistas y las resistencias locales, el boicot electoral convocado por la CNTE y asumido en comunidades de la entidad, recibiría todo el peso del estado mexicano. Estaba por comenzar otro capítulo de la batalla por Oaxaca. 6 de junio, en la radio el teléfono no dejaba de sonar, el pueblo llamaba en respaldo de los maestros, los locutores conminaban a la población a ser prudente, pero en la calles la historia era otra. Al mediodía los gases y los escudos policiales hicieron aparición al lado de 4 helicópteros de guerra, no era una amenaza, el enfrentamiento inició con el avance de varios centenares de uniformados; eran los policías de la federación al lado del ejército.

Cientos de personas, entre pobladores y profesores que ya se encontraban en las cercanías del INE, iniciaron la resistencia; centenares de piedras empezaron a ser levantadas por las manos de los civiles; palos, hondas y resorteras fueron el arsenal de los desalojados, y así el enfrentamiento empezó a prolongarse sobre la carretera internacional 2 de abril. Pasando varias horas de refriega el cuerpo antimotines de la policía federal había sido apabullado, después de haber roto sus filas ante la lluvia de pedradas, la gente había retenido y golpeado a cuatro de sus elementos, los efectivos de uniformes azules se escondieron entonces detrás de los elementos del ejército mexicano, quienes se encontraban a la altura del INE recuperado por la legalidad.

Entonces inició un segundo enfrentamiento, los militares con los escudos de sus derrotados compañeros avanzaron sobre la turba de personas que les hizo frente durante varios minutos, para después, llegar a una especie de tregua en la que los profesores no cedieron espacio a los militares e incluso, con consignas y puños en alto, los hicieron retroceder. Pero la batalla no terminaba ahí, en las calles aledañas al INE jóvenes colonos y pobladores en general se enfrentaron con efectivos de la gendarmería; con cohetones, bombas molotov y piedras hicieron frente a los uniformados que no dejaron de aventar gas lacrimógeno y de regresar las piedras que la resistencia les dirigía.

En estos enfrentamientos no cesaron de verse los gestos de apoyo vecinal a los rebeldes, quienes levantaron barricadas con autos, llantas y mobiliario urbano. En carros particulares, desde taxis, a pie y en bicicleta la gente les ofrecía coca-colas, vinagre, cohetones, piedras, botellas, gasolina y trapos, la resistencia era entonces, como los mismos combatientes afirmaban: popular . Después de más de una hora de enfrentamientos los “guardianes del orden público” tuvieron que replegarse y al igual que los efectivos que fueron correteados en la carretera internacional estos se resguardaron detrás de los soldados, quienes, cabe decirlo, fueron encarados por la turba sublevada.

Después de permanecer cara a cara los pobladores combatientes se replegaron de lugar y se esparcieron a las calles, unos más intentaron avanzar hacia el centro de la ciudad, algunos se sumaron al bloqueo de la carretera internacional, donde pobladores y maestros esperaban, bebiendo el café y la comida que la gente les ofrecía, a que se volviera a romper la calma, que en esos momentos, entre humo de llantas y canciones de protesta, era tensa y endeble.

Y así inició la batalla por una ciudad que, a lo largo de la historia, ha sabido hacer frente a los cercos y sitios de sus invasores. La fuerza pública federal tendrá que someter al valeroso pueblo mixteco, y eso, quedó demostrado el 6 de junio, no le será cosa fácil.

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