Testimonio
Parte I
22 de octubre del 2025, en la Ciudad de México son las 19:40 horas; en Quito, Ecuador marcan las 20:40 horas. Comenzamos a charlar con “Andrés”, quien prefiere mantener su identidad oculta por las condiciones de la represión que el día de hoy se ha establecido en su país contra aquellos que han participado en las recientes protestas. Andrés es músico y promotor cultural, se ha dedicado al rescate, investigación y difusión de la música ancestral ecuatoriana.
Como muchos jóvenes de su país, se sumó al paro nacional, en el que convergen los levantamientos de los sectores populares, indígenas, campesinos, artísticos, ambientalistas y estudiantiles en el contexto de la convocatoria realizada por la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE) contra las políticas neoliberales que el gobierno de Daniel Noboa busca imponer. Ante la crisis económica sin salida, el gobierno impulsó el aumento del precio del diésel, que se suma al aumento del impuesto del IVA de un 12% a 15%, afectando la economía popular. Una política de ajuste económico que sigue los dictados del Fondo Monetario Internacional y del gobierno bravucón de Donald Trump, quien no ha dudado en respaldar a los gobiernos conservadores y represivos de América Latina; Ecuador no es la excepción.
En los últimos años, hemos visto cómo la oligarquía ecuatoriana ha entregado el país a los grandes capitales, recurriendo al narcotráfico como forma de control social y como estrategia de acumulación de capital. Ante las resistencias que se han levantado contra estas medidas, el gobierno ha impuesto el terror y la violencia a lo largo y ancho del país. Andrés ejemplifica claramente esto: “… justo hoy, iba a haber la mesa para juzgar a militares que hace un año más o menos asesinaron a cuatro niños afroecuatorianos, a los cuatro de Malvinas. Eso es algo que aquí no lo habíamos visto y que es el uso de la fuerza desde esa estrategia militar donde, por un lado, hay mucho racismo”, además del clasismo que se expresa en los medios de comunicación que, como dice Andrés, tildan a las poblaciones subalternizadas y racializadas de “ladrones”, creando “un discurso de odio”, que en muchas ocasiones logra permear la opinión pública. Además, afirma, las fuerzas armadas y policiales del Ecuador reciben instrucción de Israel, que deshumaniza a las personas y por ello “actuaron con una represión muy fuerte, con el uso progresivo de la fuerza”, además de la imposición del “estado de excepción” que cancela los derechos básicos de la población.

En ese contexto de ajuste económico, violencia institucionalizada y de grupos paraestatales del crimen organizado, la CONAIE —organización que aglutina a 18 pueblos y 15 nacionalidades indígenas de ese país—, convocó a un Paro Nacional para el día 18 de septiembre de este año, en rechazo al Decreto 126 que elimina el subsidio al diésel, gota que derramó el vaso ante el cúmulo de agravios de los últimos dos gobiernos. El impacto de aumento del precio del combustible en las economías populares es fuerte, pues a decir de Andrés, afecta a “camiones y a los carros que transportan mercadería, que transportan alimentos, transporte público, transporte escolar colegial”. Esta medida agrava el costo de la vida ya impactada por la inflación que encarece los medios de vida básicos para la población.
A pesar de la propaganda del gobierno, esta política económica de Noboa no se refleja en beneficios para la población, pues como menciona Andrés, para los pueblos del Ecuador hay temas muy sensibles como el de la atención a la salud que han ido empeorando, y ello se refleja en el aumento de las muertes neonatales, en la falta de equipamiento y de medicamentos. Lo mismo se puede afirmar para la educación pública que ha visto disminuidos los recursos con los que cuenta, afectando principalmente a las y los jóvenes. Una larga lista de agravios que detonaron el paro nacional del 18 de septiembre de este año.
Esto explica, en parte, que el paro nacional haya resonado tan fuerte en muchas poblaciones, no solamente en aquellas adheridas al movimiento indígena; fue en un amplio sentido un paro indígena, popular y campesino. A diferencia de paros anteriores en que las movilizaciones se centraban en la capital del país, en esta ocasión los protagonistas fueron los territorios que, como Imbabura, se sumaron de forma amplia en las protestas.
Para Andrés hay una importancia central en que sean los pueblos y nacionalidades indígenas quienes convoquen a la sociedad ecuatoriana: “Yo siempre me he sentido muy vinculado a este movimiento y el otro día estaba hablando con una gran amiga y conversábamos. Ella explicaba, en su teoría, que nosotros como mestizos, ¿por qué tenemos que esperar que los pueblos originarios primero se levanten para después nosotros actuar? Y ella comentaba que es una relación de poder escuchar a nuestros ancestros más cercanos. Me pareció un nivel muy profundo de conocimientos y de intuición también, para entender que, a pesar de ser mestizos, tenemos esa conexión y sabemos que ellos son las personas que han guardado ese conocimiento ancestral. Entonces, de alguna forma como de respeto, sabemos o tal vez es inconsciente, que ellos van a dar el primer paso para luego nosotros actuar”. Ello le imprime un sentido colectivo y comunal profundo al movimiento que tiene su fundamento en las asambleas locales.
En ese sentido la conexión que él siente con el movimiento indígena lo explica porque “históricamente ellos siempre han realizado los levantamientos aquí en el país para exigir cuestiones sociales, para la dignidad, para el beneficio de todo el país. Siempre han estado en contra de los levantamientos de precios y ha sido, para mí, la única comunidad que ha cargado esa cantidad de gente y que ha podido organizarse para poder derrocar a gobiernos, sacar a presidentes, pero ha sido el movimiento indígena el único que lo ha podido hacer”.
Retaguardia y primera línea

Andrés, en medio de la noche, nos cuenta su experiencia dentro las movilizaciones. Se recupera de un resfriado después de algunas jornadas de lucha y de represión. Él, como artista, colabora más en la retaguardia, con la música que acompaña la movilización, en la cocina para el alimento colectivo. Afirma que no participa en la “primera línea”, nombre con el que se conoce a quienes resisten la represión directa de la policía y, sin más armas que escudos improvisados, cascos y algunas piedras, tratan de contener el avance policial contra las manifestaciones.
Andrés se sintió convocado a este paro nacional no solo por las medidas económicas del gobierno, sino porque el sector cultural ha sido también duramente golpeado. Diversos ministerios que gestionaban el tema de cultura, arte y educación, además del de mujeres, fueron desaparecidos o fusionados. Se dejaron de recibir apoyos a los músicos y a los artistas, “nos dejaron realmente sin una entidad que defendía nuestros derechos y nos aportaba, entonces ahí hubo varios plantones y todo el sector artístico estuvimos, sobre todo en marchas pacíficas”.
Se percibe un tono de reflexión por parte de Andrés de no participar en la llamada “primera línea”, pero ¿qué sería de las luchas populares sin la creatividad, sin la música, sin el arte y la poesía? Nos comparte algunas de las creaciones musicales que han realizado en el marco de las movilizaciones y me viene a la mente una fotografía de la revolución portuguesa de 1974 en que se observa una mujer en medio de una gran concentración popular, sosteniendo un cartel que dice “a poesía está na rua” —la poesía está en la calle—. Son los momentos en donde las posibilidades de transformación radical de la sociedad se expresan; el arte es ese anunciante de lo nuevo y cuando converge con la energía popular en las calles, se convierte en un acto poético potente. Ahora pienso que en realidad, Andrés sí está en la primera línea, en aquella que le da sentido y profundidad a la movilización, la que hace que todo valga la pena.
La represión y la violencia

El 12 de octubre fue una fecha importante en las movilizaciones del paro nacional, en este día se conmemoran los más de 500 años de resistencia indígena y afrodescendiente en contra del dominio colonial. Se convocó a una gran movilización popular a la que Andrés acudió y en la que vivió en carne propia la represión de este gobierno, pero también la solidaridad y el acuerpamiento de los barrios —de los de abajo—.
En Quito, la manifestación estaba marcada para iniciar a las diez de la mañana en Villa Flora, pero “antes de que lleguemos, los policías, creo que a las ocho de la mañana estaban reunidos, creo que mil o dos mil policías en ese lugar. Entonces, apenas iban llegando la gente, pues gasificaba y les iban esparciendo. Ahí fue que yo, como andamos haciendo esta canción con estos amigos, habíamos decidido hacer una parte del vídeo ese día en plena marcha; tuvimos que rodear el lugar, coger un bus, como darnos la vuelta para poder entrar aquí a la Villa Flora, y justo cuando ya estamos dando la vuelta, ahí llegó una gran cantidad de gente, yo creo que eran unas 500, 600 personas que estaban, pero realmente empoderadas, todas con sus instrumentos musicales, con sus consignas”.
Sin embargo, la presencia policial era tan desbordada que trataron de impedir por todos los medios la manifestación. La policía, además de armas lacrimógenas, utilizó vehículos antimotines conocidos en Ecuador como “trucutús” que lanzan chorros de agua para dispersar a los manifestantes. No contentos con ello, la policía comenzó a perseguir a los manifestantes.
Andrés relata de forma desgarradora la forma en que vivió esta escena: “cuando yo ni me di cuenta, los policías ya estaban corriendo atrás de nosotros, entonces yo sentí un miedo así que no había sentido antes, y empecé a correr con toda la gente. Estábamos gasificados, no podíamos ver bien, no podíamos respirar y de ahí pues, empezó una cacería que fue muy fea, porque ellos nos tenían rodeados por varios lugares; entonces sabíamos que si íbamos por esta calle nos estaban esperando, pero era tan desesperante para mí la situación, porque sabía que en un punto nos iban a encapsular, entonces ahí no había salida. Nos iban a golpear, nos iban a detener y a mí me daba mucho miedo; seguimos subiendo, corriendo entre las personas, como para los barrios periféricos del sur”.
A pesar de la represión, la población mantenía el apoyo a quienes salían a las calles. Andrés nos contó cómo “desde los balcones, se veía que estaban filmando, que estaban grabando, nosotros hacíamos música”. Tomar las calles, manifestarse, cantar, es una disputa por un espacio que era destinado para la circulación de mercancías, diseñado para los automóviles. Es detener el tiempo y hacerlo estallar, en ocasiones esa disputa toma forma en las confrontaciones con la policía. En un ir y venir del canto a la consigna, a correr, refugiarse, ponerse a salvo. André nos cuenta cómo de un momento a otro aparece de nuevo la policía: “estaban en motocicletas, ¿cómo te defiendes de una motocicleta?, las bombas; fue como jugar al gato y el ratón, pero yo ponía en ese escrito que me sentía como un criminal, que me sentía como un ladrón, como si hubiera hecho algo tan malo”.
Es la rabia y la impotencia de saberse con la razón y el derecho, pero por ello mismo ser perseguidos. Las conquistas que tuvieron en Ecuador en la primera década de este siglo en el ámbito del derecho a la manifestación consagrados en la constitución, fueron totalmente vulnerados: Andrés nos enumera los artículos, las leyes, los acuerdos internacionales que dan cuenta del derecho a la manifestación. Los enlista como recuerdos que se alejan y se cuestiona: “¿qué hice para estar ahorita perseguido como si fuera un ladrón?”.
Pero en los momentos más críticos la solidaridad emerge y quienes eran perseguidos fueron auxiliados y resguardados por los vecinos: “Este sentido colectivo de los barrios, de los vecinos y las vecinas, pues nos abrieron puertas, y antes ya habían abierto las puertas a otras personas para que nos podamos meter y esconderme. Yo dije, ya de aquí, ya no salgo, pero fue horrible porque tenía miedo que rompa la puerta la policía. Ellos llamaron a la casa de la señora a decir si estaban bien, cuando nunca son eficientes.”
Si el Estado te criminaliza por exigir justicia y una vida digna, la solidaridad te humaniza, te arropa, sientes “ese calor de la colectividad de los vecinos y creo que ese es también un potencial gigante que se ha ido perdiendo, pero que, sin embargo, existe aún; luego hasta nos dieron almuerzo. Fueron tan lindos, así que venga, siéntense tranquilos, pero me sentí perseguido y eso fue horrible porque es una vulneración de los derechos humanos, es una criminalización a la protesta, entonces es una restricción de nuestras libertades”. Para Andrés, las familias no solo abrieron su casa para resguardar a los manifestantes, mostraron el gran corazón de un pueblo que es solidario en los momentos de peligro.
(Continuara… )
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Rodolfo Oliveros. Colegio de Etnólogos y Antropólogos Sociales A.C. Ig @rodo_oliveros
Claudia Hernández. Profesora de la ENAH
Fotografías. Suricatas EC. Ig @sur_icatas