Kurdistán, la Tercera Guerra Mundial y la solución de la tercera vía

Por: Academia de la Modernidad Democrática

La cuna de la civilización, el lugar de la primera revolución neolítica, la cultura más antigua de nuestra tierra, entre los ríos Eufrates y Tigris, más conocida como Mesopotamia (en griego, meso = entre, potam = ríos) creció en lo que ahora llamamos Kurdistán en la historia de los pueblos en resistencia. Hoy en día, se encuentra dentro de las fronteras de Turquía, Siria, Irán e Irak, pero aun así conserva raíces en un tiempo ancestral, cuando ni fronteras ni Estados eran conceptos imaginados.

Después de la última glaciación, hace unos 70 mil años, el ser humano se asentó aquí tras migrar desde el este de África, dejando atrás tierras áridas y encontrando un paraíso verde y fértil que dio paso a la revolución de la mujer y a la revolución agrícola del Neolítico. Esto provocó una explosión de alimentación, cultura, lengua y pensamiento. Sin embargo, también se crearon las condiciones para el nacimiento de uno de los problemas más graves de nuestra era: el patriarcado, así como su administración de opresión que se sintetiza en el Estado.

Durante los 15 mil años de la era neolítica y los 5 mil años de existencia del Estado en Oriente Medio, el pueblo kurdo ha desarrollado una historia de resistencia y rechazo a los valores y estilo de vida que el Estado ha tratado de imponer a los pueblos de Oriente Medio. Una era de dominación que ha resultado en la desaparición o aniquilación de clanes, tribus y pueblos, más numerosos que los que han logrado sobrevivir a este ataque frontal. Sin embargo, el pueblo kurdo ha logrado llegar hasta nuestros días a pesar de todo, quizá gracias al refugio que encontró en las antiguas cadenas montañosas de Toros y Zagros.

En el siglo XX, el Estado-nación, una forma de Estado con alcance nacional, fue reemplazando poco a poco al sistema global anterior de imperios a través de las guerras mundiales. El Imperio otomano, que en su tiempo fue uno de los más extensos del mundo, fue derrotado, y los nuevos y fuertes estados-nación de Occidente, liderados por Inglaterra y Francia, impusieron su nuevo diseño para Oriente Medio: una estrategia de dividir para conquistar. Fraccionaron al pueblo árabe en 22 estados y al pueblo kurdo en cuatro, con el fin de quebrantar su resistencia a los planes extractivistas que tenían las potencias capitalistas para la región. Esta fracturación ha sentado las bases de dos de los conflictos más complicados de la historia humana: el de Palestina-Israel y el de Kurdistán-Turquía.

Desde la formación de la República Turca en 1924 hasta hoy, la persecución contra todos los pueblos originarios de la zona ha sido profunda y prolongada. En el genocidio de armenios y sirios, más de dos millones de personas fueron masacradas sistemáticamente por el ejército turco y sus colaboradores. Hasta hoy en día, la persecución contra los kurdos continúa, con más de 30 rebeliones, cientos de miles de muertos y, en la actualidad, 17 mil luchadores y luchadoras encarcelados por alzar la voz. La persecución casi logró la aniquilación total de la identidad kurda, pero en la década de 1970, un grupo de estudiantes de la Universidad de Ankara desarrolló una resistencia que tendría grandes repercusiones en los principales temas de la geopolítica actual.

El líder del Movimiento Kurdo por la Libertad, Abdullah Öcalan, y seis compañeros deciden en un parque, casi sin formular palabras para que la idea no sea descifrada, formar un grupo de resistencia basado en la idea de que «Kurdistán es una colonia y Turquía es un colonizador». Se trata de una idea revolucionaria para un pueblo sin conciencia histórica. El trabajo se desarrolló rápidamente, lo que llevó a la formación del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) fundado en 1978. Seis años después, lograron desarrollar una fuerza numérica y claridad política suficiente para iniciar la lucha armada por la liberación nacional del pueblo kurdo.

Desde 1984 hasta el 1 de marzo de 2025, sus guerrillas han estado en una insurrección armada. Hoy, movilizan de varias formas a la mayor parte del pueblo kurdo, que suma 40 millones de personas, en lo que desde el año 2011 se ha denominado la estrategia de la Guerra Revolucionaria del Pueblo. Han llevado a cabo una guerra de resistencia en las montañas que ha detenido el avance del Estado turco en los últimos nueve años y que no ha permitido pasar a lo que se conoce como el segundo ejército más grande de la OTAN. El movimiento ha desarrollado insurrecciones populares de resistencia en Rojhilat (Kurdistán iraní) y Bashur (Kurdistán iraquí), así como una zona liberada en Rojava (Kurdistán sirio) que incluye a más de cinco millones de personas desde el levantamiento popular del año 2012. Hoy en día, constituye un pueblo con capacidad para movilizar a cientos de miles de personas en las calles en una de las dictaduras más fuertes del mundo: Bakur (Kurdistán turco).

Con todos estos logros, desde el borde de la aniquilación y el olvido de un pueblo, la fuerza de vanguardia de esta revolución que representa el PKK, se ha tomado la decisión de disolverse. De hecho, el líder del movimiento, Abdullah Öcalan, que lleva 26 años en la isla prisión de Imrali, tras cuatro años de aislamiento total, ha sido invitado a hablar en público por parte de quien es el enemigo más directo del movimiento, Devlet Bahçeli, líder del partido ultranacionalista MHP. Sin embargo, ¿cuáles son las explicaciones de estas contradicciones?

Para explicar esto, tendríamos que remontarnos unos pasos atrás en la historia de Oriente Medio. Empezaremos por uno de los temas más importantes de la era que nos ha tocado vivir: la formación del Estado de Israel. Desde el desarrollo de la ideología sionista a finales del siglo XIX, el papel de Israel en Oriente Medio siempre ha sido el de establecer el poder hegemónico de Occidente en la región. ¿Cómo dominar el petróleo y las rutas comerciales entre Asia y Europa sin control territorial? Desde la desintegración del Imperio otomano y la formación del nuevo sistema global de Estados-nación, el objetivo siempre fue crear un centro de poder llamado Israel. Sin embargo, la Revolución Soviética de octubre de 1917 cambió el enfoque de la situación global y no lograron llevar a cabo sus planes, obligados a concentrar sus fuerzas en este nuevo enemigo.

Para Turquía, esto supuso una salvación, ya que pudo jugar el papel de estabilizador de las relaciones con los kurdos y mantener una “paz” relativa en la zona, lo que resultó de utilidad para las fuerzas occidentales que querían controlar políticamente la región y para quienes los kurdos suponían una preocupación. Sin embargo, Turquía se aprovechó de la situación, rompió el acuerdo de paz con los kurdos y también se convirtió en intermediario entre las potencias occidentales y el nuevo bloque soviético. Así, se creó una posición necesaria y se prolongó su vida unos cien años más a costa de la traición contra los kurdos.

Después del 7 de octubre de 2023, cuando Hamás llevó a cabo un ataque contra Israel y, a raíz de los Acuerdos de Abraham, Israel vio la oportunidad de desarrollar una guerra total con un nivel de brutalidad nunca antes visto para asegurar su dominación de la zona y así completar su papel en el plan histórico del sistema capitalista occidental en Oriente Medio. Esto supone también un problema para Turquía, que entonces pierde su posición de fuerza, ya que no puede ofrecer estabilidad con el pueblo kurdo ni tiene al bloque soviético para jugar el papel de intermediario.

A partir de esto, se puede entender por qué el enemigo directo del pueblo kurdo, Devlet Bahçeli, hace un llamamiento al diálogo con el Movimiento Kurdo por la Libertad. No se trata de un déspota arrepentido por sus pecados, sino de un hombre de Estado que entiende que su castillo de poder se está quedando sin opciones y que debe crear alternativas para sobrevivir. Además, ve cómo Israel, EE. UU. y el Reino Unido están destruyendo paso a paso el «arco de resistencia» formado por Irán como muralla geopolítica de defensa, con la ayuda de Hamás en Palestina, el Hezbolá en el Líbano y Bashar al Asad en Siria. Finalmente, en junio de 2025, cuando Israel inicia un ataque a gran escala contra Irán, Turquía entiende que, si no cambia, es muy posible que próximamente los atacados sean ellos.

En una situación geopolítica tan turbulenta como la que se ha ido desarrollando en Oriente Medio y el mundo desde la caída de la Unión Soviética hasta hoy. Esta es la era a la que el movimiento kurdo llama la Tercera Guerra Mundial y a la que los zapatistas han llamado la Cuarta Guerra Mundial, teniendo en cuenta que quizá el número sea menos importante, pero que en esencia se está apuntando a una guerra mundial. En este escenario, ¿por qué decide disolverse el partido de vanguardia del pueblo kurdo, el PKK?

Sus orígenes van más allá de la situación inmediata que se está viviendo en la región. Al igual que muchos movimientos socialistas tras la caída de la URSS, el PKK cayó en lo que han denominado una “crisis cognitiva”. Aunque nunca tuvieron una posición libre de críticas contra la URSS, aun así, le vieron la importancia de perder el ejemplo y la posibilidad del único modelo alternativo que se habían imaginado hasta entonces: un estado socialista para la nación kurda como camino hacia la liberación. A raíz de esta crisis, entraron en una época de autocrítica profunda, principalmente de sí mismos como movimiento, pero también de los proyectos socialistas de la época.

En lugar de proclamar el «fin de la historia», como hizo Fukuyama, y el fracaso del proyecto socialista, Öcalan afirmó que «insistir en el socialismo es insistir en la humanidad». Con esto, quería decir que el fracaso no es del socialismo, sino del socialismo de Estado que han buscado la mayoría de los movimientos revolucionarios. Para ello, se basa en un análisis histórico de la propia historia del pueblo kurdo, investigando las raíces del Estado, el capitalismo y el patriarcado. Descubrió que sus orígenes no eran europeos ni modernos, sino más antiguos y profundamente conectados con Oriente Medio, y que se trataba de algo más que un sistema administrativo de control del excedente o de clase, en el fondo era un sistema cultural de una cierta mentalidad. A partir de esto, desarrollaron la idea del Confederalismo Democrático; es decir, la idea de una libertad para los pueblos, más allá del Estado, a pesar del Estado y fuera del Estado. Concluyeron que el Estado no puede transformarse en una herramienta de liberación, pero que las condiciones de la liberación están presentes en nuestra cotidianidad, en nuestras historias de lucha y en el liderazgo de la mujer.

Desde 2005, el movimiento proclamó oficialmente la vía del Confederalismo Democrático, abandonó la idea de un Estado nacional y lanzó un nuevo paradigma, una nueva era en su lucha milenaria. Quizás esta sea la época más fuerte y vigorosa de los 20 mil años de historia del pueblo kurdo. Sin embargo, hasta hace poco, faltaba un detalle en la realización de un paradigma no estatal que trascendiera la mentalidad del socialismo real, basado en las ideas de Marx y en las luchas del siglo pasado. El PKK ha sido una herramienta fundamental en la formación de la era de lucha por la identidad kurda y ha logrado demostrar al mundo que la existencia kurda es y será una existencia innegable en la historia de la humanidad. No obstante, la estructura de partido marxista-leninista con una vanguardia de cuadros ha supuesto un obstáculo para el movimiento en su objetivo final. Öcalan lo ha formulado de la siguiente manera: «Hemos logrado comprobar la existencia kurda, pero aún no hemos logrado nuestra libertad».

Por ello, el proceso de disolución del PKK comenzó hace 25 años, como parte del cambio de paradigma que se inició entonces. La existencia del PKK y su estrategia de guerra de liberación nacional han provocado un punto muerto en la situación con el Estado turco. La República de Turquía ha basado sus políticas de guerra y expansión colonial en la excusa del supuesto terrorismo separatista del PKK. Durante los últimos 40 años, ha basado su existencia en esta política. Por lo tanto, la desaparición de esta estructura en el panorama político turco ha supuesto un cambio fundamental en la identidad del Estado turco, que se ha visto obligado a entrar en una crisis de existencia. A esta crisis, Öcalan y el movimiento le han ofrecido la solución de la paz y la sociedad democrática, que fue el contenido de uno de los primeros comunicados que Öcalan hizo desde la prisión tras cuatro años de silenciamiento.

A raíz de esta petición, se ha creado una comisión en el Parlamento turco encargada de proponer el camino hacía una propuesta de proceso de diálogo y paz. En Rojava, al Norte y Este de Siria, se ha iniciado una negociación política entre la Administración Autónoma Democrática, que agrupa a las asambleas de la zona liberada de Rojava, y el nuevo Gobierno provisional sirio, formado tras el golpe de Estado contra Asad. En Bashur, por citar otro ejemplo, se está desarrollando un proceso de colaboración con las fuerzas nacionalistas kurdas que tradicionalmente han trabajado con Turquía, lo que ofrece la oportunidad de una unión de todo el pueblo kurdo. En Rojhilat, el Estado iraní está en crisis y el movimiento kurdo se está organizando y llamando a la creación de un sistema confederal democrático como el de Rojava.

No hay nada seguro en el futuro de Oriente Medio, pero lo que está claro es que se encuentra en un momento de profundo rediseño. El llamamiento de Öcalan a la paz y a la sociedad democrática ha abierto un camino alternativo en esta situación, en la que el movimiento kurdo puede liderar un ejemplo para todos los demás pueblos de Oriente Medio hacia la libertad y la paz. Algo que, con cada lucha alzada en el marco de este proceso, parece más una posibilidad que un sueño distante. Con los desarrollos bélicos de las potencias coloniales en Europa y Abya Yala y, teniendo en cuenta el terrible genocidio en Gaza, es más importante que nunca proteger y entender las alternativas reales que tenemos en nuestro mundo.

El movimiento kurdo está llamando a que los pueblos de Oriente Medio construyan sus propias revoluciones y que de una vez por todas se libere a Öcalan de la prisión para que pueda participar en el proceso de solución pacífica para los pueblos de la región y del mundo.

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